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Muerte a navajazos

¡Zaas! El cuarto “tiro” es certero. La navaja hace un corte cerca del cuello y hay un pequeño salpicar de sangre. La pelea sigue. El herido responde a los golpes, aunque es menos certero que su rival. ¡Zaas! Otro navajazo que llega al objetivo. Esta vez el corte parece más grande, y debe de serlo, pues fue mayor la cantidad de sangre que pintó una de las cuatro paredes transparentes que los rodean.

¡Zaas! El cuarto “tiro” es certero. La navaja hace un corte cerca del cuello y hay un pequeño salpicar de sangre. La pelea sigue. El herido responde a los golpes, aunque es menos certero que su rival. ¡Zaas! Otro navajazo que llega al objetivo. Esta vez el corte parece más grande, y debe de serlo, pues fue mayor la cantidad de sangre que pintó una de las cuatro paredes transparentes que los rodean.

El rojo cae al suelo y el blanco aprovecha para dar un par de golpes más, aunque parece ser menos efectivo con su contrincante postrado. Quizás el ángulo no le ayuda.

Al otro lado de las paredes, los apostadores están emocionados. Hay algunos que ríen y comienzan a “cantar victoria” y otros que fruncen el ceño, mientras se apagan los gritos que antes soltaban, animando a su gallo.

Pausa. El “soltador” chupa su pico, escupe la sangre y lo vuelve a colocar en el suelo, pero el rojo no reacciona. La escena se repite un par de veces más, hasta que el gallo no puede más y pone su pico en el suelo. El combate ha terminado.

Los córdobas y dólares pasan de unas manos a otras. Las cantidades son mayores entre los dueños, pero las apuestas entre el público también son considerables. ¿Cómo ven ganar 500 córdobas en una apuesta?

Como en el boxeo, en estas peleas hay asaltos, aunque estos son de 10 a 15 minutos. A los aficionados la adrenalina les sube a lo más alto y a los dueños de los gallos –si es que ganan– les queda una buena bolsa.

Mi primera y única asistencia a una “velada de gallos”, ya hace unos años, me dio algunas pistas sobre las reglas y el fin de las mismas. Pero también me quedó una pregunta: ¿Es justo el sufrimiento y muerte de este animal?

Me atreví a preguntar a algunos dueños si acaso no les importaba sus gallos (que por cierto son muy caros, pues pueden costar hasta 1,000 dólares) y coincidieron al responder que los amaban.

Aquí otra duda: ¿Se puede querer a alguien o algo y al mismo tiempo mandarlo a una posible muerte? No me imagino cómo alguien puede disfrutar el ver a ese ser que ama jadeando de cansancio y dolor, con los ojos desorientados y obligado a mantener la cabeza en alto solo para continuar el espectáculo, en espera de un retorno milagroso, al estilo de las películas, que nunca llegará.

Para no hablar –entiéndase escribir– al peso de la lengua, me di a la tarea de leer el reglamento para galleros y galleras de Nicaragua.

En su artículo 20, este reglamento cita: “Queda prohibido el maltrato del hombre al gallo en el redondel (se entiende por maltrato picar los ojos, quebrarle la pata, ponerle tierra en los ojos, apretarle la tráquea o cualquier otra cosa que se entienda por maltrato)”.

—Qué bien –pensé–. El hombre no puede maltratar al gallo cuando está en el redondel, pero no hay problema que “los gallos se maltraten entre ellos” o, si entendí bien, que se les maltrate fuera de ese sitio.

También leí que en la Ley de Protección y Bienestar Animal del país se regulan las peleas de gallo, las que consideran “tradición cultural y costumbre nicaragüense”.

Es así que, ir a ese lugar y no hacer nada por evitar la matanza, no me causó ni me causará problemas legales. Pero no siento alivio.

–¿Y a qué hora termina esto? –pregunté.

–Creo que como a las 4:00 –respondió un amigo, aficionado a este “deporte”.

–¡Qué tarde!

–No hombre, yo he ido a galleras donde las peleas terminan hasta las 7:00, 8:00, de la mañana.

Yo no daba para más. Eran las 2:00 de la mañana y mi cuerpo pedía cama, mientras mi conciencia, paz.

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Ver en la versión impresa las paginas: 17

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