La pregunta puede parecer irónica, pero por desgracia no lo es, a la vista de lo que está sucediendo ante la total indiferencia de la ciudadanía, más preocupada no por la pérdida de valores y principios cívicos, jurídicos, éticos, democráticos y morales, sino por asuntos de mayor “prioridad” como la politiquería egocéntrica, la corrupción rampante, la drogadicción destructiva, la criminalidad generalizada y la ambición desmedida de riqueza y poder a cualquier precio. Ante el silencio de la inmensa mayoría —salvo raras y notables excepciones— vemos con dolor y tristeza cómo la patria se encamina al despeñadero a pasos agigantados.
Casi a nadie parece importarle lo que se prepara para acabar de manera irreversible con nuestra principal riqueza para la sobrevivencia de las generaciones futuras: la pérdida del Gran Lago de Nicaragua, nuestro verdadero tesoro, y toda la cuenca hidrográfica de la que se alimenta. ¿Y cuál es la bestia apocalíptica que lo amenaza? Sencillamente el anuncio de la próxima construcción de un gran Canal Interoceánico a un costo astronómico y para el cual también se ha hipotecado vergonzosamente la soberanía de la nación, así como las finanzas del Estado y las tierras de los propietarios privados por donde habrá de cruzar eventualmente la ruta que un extranjero determine, sin que los afectados tengan derecho a indemnización o reclamación alguna. Ya se sabe que el constructor del nefasto canal ha anunciado que cualquiera sea la alternativa elegida, la ruta atravesará necesariamente el Gran Lago de Nicaragua a proximidad de la Isla de Ometepe.
Hasta el momento la empresa constructora del Canal no se ha dignado dar a conocer los imprescindibles estudios de prefactibilidad, factibilidad e impacto ambiental, los que increíblemente no están a cargo de una entidad idónea e independiente, sino controlada por la misma compañía encargada de ejecutar la obra. Es decir, la empresa china NKVD será, a la vez, juez y parte (¡!)
El doctor Jaime Incer Barquero, asesor presidencial para asuntos ambientales, ya ha advertido en varias oportunidades del daño irreversible que sufriría el lago Cocibolca de ejecutarse el ominoso proyecto, que no solo destruiría para siempre nuestra principal fuente de agua potable, sino que también haría desaparecer numerosas especies animales que viven en sus aguas. El doctor Incer Barquero —cuya capacidad intelectual, idoneidad y experiencia profesional nadie pone en duda— ha denunciado asimismo el inconmensurable daño ecológico que traería consigo la realización del proyecto. Pero la grave admonición del doctor Incer Barquero, que golpea el sentido común, parece haber caído en tierra infértil.
Sabiendo que por la acción irresponsable del homo mal llamado “sapiens” nuestro planeta se encamina aceleradamente a su autodestrucción por el despale inmisericorde y acelerado de los bosques, el deshielo de los casquetes polares y el consiguiente calentamiento de la atmósfera a causa del efecto invernadero y el agotamiento de las reservas de agua, no resulta difícil imaginar que más temprano que tarde Nicaragua sufrirá las consecuencias de la desaparición de sus fuentes de agua. Cabe recordar que el lago Cocibolca representa la mayor reserva renovable de agua potable en Centroamérica.
Después de tantas tragedias en casi dos siglos de vida independiente, ocasionadas por la carencia de educación y cultura de valores cívicos indispensables para el afianzamiento de la democracia, cabe preguntarnos ¿habrá sido inútil el sacrificio de tantos miles de conciudadanos que empuñaron las armas y ofrendaron generosamente sus vidas en defensa de la soberanía y la libertad de la patria amenazada por el invasor extranjero durante la Guerra Nacional?
Debemos cuestionarnos con amargura si no hubiese sido preferible dejar que los filibusteros llevaran a cabo sus planes de someter y anexar Nicaragua a la Confederación de Estados esclavistas del sur de los Estados Unidos. Quizá a estas alturas otra sería la suerte de nuestro país, pero preferimos ser cabeza de ratón que cola de león.
Si la firma en 1914 del Tratado Chamorro-Bryan (de triste memoria) nos valió a los nicaragüenses el injurioso cognomento de “vendepatria”, no es difícil imaginar lo que nos endilgarán cuando se consume la pérdida de la soberanía nacional una vez finalizada la obra, que habrá de convertir al país en verdadero protectorado chino por los próximos cien años.
Al cabo de 193 años de vida “independiente” estamos a punto de repetir la tragedia de 1856, solo que en esta ocasión —en vez de pérdida de vidas humanas— es provocada por el sometimiento voluntario de la nación a intereses foráneos y por la imparable hemorragia de miles de millones de dólares que el chino Wang Jing nos hará pagar al conducirnos alegremente al matadero. Al parecer, la manada no se atreve ni siquiera a berrear.
Poderoso caballero es don dinero El autor es diplomático, fue embajador de Nicaragua en Chile.
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