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El zar Putin

Ahí está él. Sin camisa caminando en medio de la montaña y sosteniendo el rifle de cacería listo para disparar.

Por José Adán Silva y Agencias


Si se fijan bien, lo verán en todo sitio donde pueda haber acción: ahora en una moto estilo Harley Davidson con gafas y chaqueta negra de cuero incluida, o a bordo de sofisticadas máquinas de vuelo y con armas en mano, piloto de múltiples vehículos, con trajes de fatigas o binoculares de mariscal, nadando, esquiando, volando, peleando, jugando, acariciando animales o penetrando con la mirada a las mujeres frente a él.

El mundo está hablando de él. De Vladimir Vladimírovich Putin, de su mirada inescrutable y un rostro que no delata nada de lo que piensa.

Desde su llegada al poder en 1999, a la fecha, ha sido considerado un duro de verdad. No es por gusto que aparece descrito en los cables diplomáticos revelados por WikiLeaks en 2010 como el “macho alfa” de Rusia.

El año pasado asaltó el primer lugar de la lista de la revista de negocios Forbes de “Los hombres más poderosos del mundo de 2013”, superando por primera vez al presidente de Estados Unidos, Barack Obama.

¿Por qué Putin? Forbes lo explica así: “Ha consolidado su control sobre Rusia y cualquiera que haya visto la partida de ajedrez sobre Siria tiene una idea clara del cambio de poder en el escenario mundial con Putin”. Rusia no se amedrentó ante la amenaza de Obama de recurrir a la guerra si el Kremlin seguía apoyando al régimen sirio, y la Casa Blanca, retrocedió en su postura ante el desafiante oso ruso.

Con reformas a la Constitución rusa, Putin podría gobernar hasta 2024 a los 143 millones 600 mil habitantes del país más grande del mundo.

Su poder infunde terror: Rusia controla el mayor arsenal nuclear del mundo y tiene un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), desde donde tiene el poder de vetar al mundo.

El reconocimiento a su imagen de poder desde un medio occidental no es nuevo, ya en 2007 la estadounidense revista Time lo nombró el personaje del año, sin desconocer su carácter autoritario y casi dictatorial con que gobierna.

“El premio nunca ha sido un honor. No es un premio de popularidad. Es un claro reconocimiento de cómo es el mundo y sus individuos más fuertes y las fuerzas que diseñan el mismo para bien y para mal. Se trata sobre todo de liderazgo, liderazgo que cambia al mundo. Putin no es un boy scout. No es un demócrata en el sentido de la definición occidental. No es un paradigma de la libertad de expresión. Es sobre todo, estabilidad, estabilidad antes que libertad, antes que libre elección, estabilidad en un país que no la ha tenido en cien años. (…) Con un alto precio de principios e ideas que las naciones libres atesoran, ha desplegado un extraordinario liderazgo, ha impuesto estabilidad en una nación que rara vez la conoció y ha llevado a Rusia de nuevo a la mesa del poder mundial”.

Homofóbico

De acuerdo con Peter Truscott, considerado el biógrafo de Putin, el mandatario no acepta críticas ni sugerencias y evita la disidencia política y la oposición a cualquier costo. “Es, en resumen, una mezcla de Lenin, Stalin y de Pedro el Grande dispuesto a engrandecer a la Rusia excomunista con un capitalismo al estilo de China”, dice Truscott, quien publicó el libro Vladimir Putin: líder de la nueva Rusia (2005).

Made in kgb

Periodistas y analistas coinciden en señalar que Putin, de 61 años, ejerce su gobierno con lo aprendido durante los 16 años que estuvo en el Comité de Seguridad Estatal (KGB) y en el Servicio Federal de Seguridad (FSB).

Para llegar ahí, Putin debió completar primero su licenciatura en la Facultad de Derecho de la Universidad Estatal de Leningrado, actualmente llamada San Petersburgo, donde nació el 7 de octubre de 1952.

Su padre fue el soldado de fusilería Vladimir Spiridonovich Putin, quien resultó herido durante la invasión nazi, pero se recuperó y trabajó en una fábrica que construía vagones del metro de Leningrado.

Ahí también trabajó su madre, María Ivanovna Shelomova. La pareja tuvo tres hijos, uno falleció meses después de nacer y otro durante el bloqueo nazi a la ciudad.

Su infancia no fue fácil. Aunque su abuelo fuese en su tiempo cocinero de Lenin y Stalin, Putin creció en una sórdida komunalka (vivienda compartida por varias familias) de Leningrado, luchando, como él mismo relata, contra las agresivas ratas que le disputaban las escaleras.

De acuerdo con Russia Today, Putin fue fichado en la universidad para ingresar a la KGB. Por ello, en 1975 comenzó a acudir a la escuela de los servicios secretos y poco después tuvo sus primeras tareas de contraespionaje.

Luego fue trasladado al Departamento de Inteligencia Exterior de San Petersburgo. Diez años después, Putin fue enviado a Dresde, Alemania Oriental. Regresó a Leningrado en 1990 para trabajar en la misma universidad en la que estudió. Ahí encontró a su antiguo profesor, Anatoli Sobchak, quien un año después, tras ganar la elección para la alcaldía de San Petersburgo, nombró a su pupilo como presidente del Comité de Relaciones Exteriores.

Ese mismo año, Putin renunció a la KGB por su fallido intento de derrocar al presidente de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y cinco años después renunció a su cargo en la alcaldía cuando Sobchak perdió las elecciones para su reelección.

Fue llamado a la administración del primer presidente de la Federación de Rusia, Boris Yeltsin, en la que ocupó la subjefatura de la Administración Presidencial.

En 1998 fue nombrado director del Servicio Federal de Seguridad, sucesora de la KGB, y en agosto de 1999 fue designado primer ministro por Yeltsin. Ahí, con una guerra sangrienta, comenzó a escribir su historia de hombre duro: extremistas chechenos invadieron Daguestán para intentar separar el Cáucaso de Rusia.

El flamante primer ministro, apoyado por Yeltsin, enfrentó con mano dura a los separatistas y los aplastó. “La invasión de Daguestán creaba un ambiente propicio para acabar con Rusia. Había que pararlo inmediatamente… yo tenía que hacerlo pagando el precio de mi carrera política”, publicó Putin.

Acosado por crisis económicas y políticas, y una mínima aprobación de su gestión, Yeltsin anunció su renuncia el 31 de diciembre de 1999. En su último discurso como mandatario, anunció que dejaba el cargo a Vladimir Putin, a quien ya le había entregado el maletín nuclear, enlace del presidente con el arsenal nuclear del país.

“El país dispone de un hombre fuerte, digno de ser presidente, con el que prácticamente cada ruso vincula sus esperanzas de futuro. No voy a molestar, no hace falta esperar medio año más”, dijo Yeltsin sobre su sucesor.

En un principio el mundo se preguntó quién era y de dónde venía Putin, e incluso circularon rumores de que había tomado el Kremlin por sorpresa gracias a sus habilidades como agente de la KGB, recuerda Truscott.

Sin embargo, Putin ganó la Presidencia en marzo de 2000, y en su primer periodo enfrentó con mano dura los nuevos atentados de terroristas del Cáucaso Norte, redujo la pobreza de 29 % en 2000 a 18 % en 2004 y emprendió reformas políticas que lo llevaron a reelegirse en 2004.

Otra historia no oficial sobre su vida, lo dibuja como un hombre forjado en el seno de un hogar golpeado por el vicio y violencia de su padre y contrario a su imagen de “macho alfa”, lo ubican con tendencias homosexuales que encubre bajo la imagen del superman ruso.

“Un alfeñique con graves problemas de relación, cuya homosexualidad latente le ha hecho despreciar el sexo”. Para el politólogo y periodista ruso Stanislav Belkovsky, esa es la descripción que más se ajusta a la verdadera personalidad del presidente, como explica en su nuevo libro Putin. Toda la verdad .

La biografía ha incendiado las redes sociales aunque los medios tradicionales han procurado no provocar al Kremlin, convirtiéndola en una noticia menor “Es basura”, minimizaba hace pocos días un portavoz presidencial.

Belkovsky trataba de descubrir el real origen familiar de Putin.

El autor parece que continuó esas investigaciones hasta averiguar —aunque no aporta pruebas documentales— que el padre biológico del presidente era un borracho y maltratador, y que su auténtica madre huyó con él a Georgia para acabar entregándolo a una humilde familia de Leningrado. Por eso se falsificó su partida de nacimiento, fijando la fecha dos años después del parto.

su secreta vida secreta

Los supuestos problemas de carácter del pequeño Vladimir comienzan allí, en un entorno exento de cariño que le hizo infeliz, débil y retraído. Su madre, María Putina, le bautizó en secreto sin que su padre lo supiera y le regaló, en 1993, una cruz bautismal para que obtuviera la bendición en el Santo Sepulcro, durante una visita oficial a Israel. Putin confiesa que, desde entonces, jamás se ha desprendido de esa cruz.

Su bautismo secreto y su fe en Dios explicarían la impronta religiosa de su discurso. Su devoción se acrecienta cuando, en 1997, logra salvar a Katia y María, sus dos hijas, de un pavoroso incendio declarado en su dacha de San Petersburgo.

Toda su vida, afirma Belkovsky, ha buscado la familia que él siente que no tuvo. En Boris Yeltsin, expresidente ruso y mentor político, vio la figura de un padre protector, y en su querido Roman Abramovich, un hermano sustituto.

El éxito del libro de Belkovsky radica en exponer una parte de la vida privada del presidente ruso, desconocida hasta la fecha para el mundo.

Putin evita a toda costa revelar detalles sobre su familia. Su vida privada es considerada un secreto de Estado y quienes han intentado develarla han sido silenciados por dos vías: el cierre de los medios de comunicación o la amenaza.

De su familia se sabe poco. Gracias a la agencia estatal de noticias Russia Today se sabe que Putin conoció a la azafata Liudmila Shkrébneva en el teatro de Leningrado en 1980; que fueron novios tres años y se casaron en 1983; que tuvieron dos hijas: María, nacida en 1985, y Yekaterina, en 1986.

Sin embargo, la agencia aclara en su sitio web que “los familiares de Putin no son personas públicas”.

Es por ello, recuerda Time, que los rusos no conocen el rostro de las hijas del mandatario, pues no hay fotografías suyas y no se sabe si viven en Rusia.

Por decisión de Putin el mundo se pudo enterar que la pareja puso fin a su matrimonio en junio pasado luego de circular una intensa versión en redes que indicaban que Putin había enviado a su esposa a vivir a un monasterio en la región de Pskov, en el noroeste de Rusia, localizada a unos 20 kilómetros de la frontera de Estonia, para hacer vida con la bella gimnasta rusa Alina Kabayeva .

Los medios rusos, acostumbrados a ese silencio, dieron la espalda a la versión y Putin, sin más cerró un capítulo más de su vida secreta.

NOSTALGIA POR LA URSS

Un extenso análisis de BBC Mundo sobre las intenciones de Putin, lo proyectan como un nostálgico de la extinta Unión Soviética que busca cómo reintegrar a la antigua Madre Patria los territorios perdidos con la Perestroika.

Desde que se convirtió en mandatario en 2000, su meta ha sido volver a convertir a Moscú en un gran poder global. No ha ocultado su nostalgia por la Unión Soviética (calificó su colapso como “la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX”) y no ha dudado en defender su zona de influencia.

BBC señala que cuando Yeltsin le entregó la Presidencia, un país desmoralizado y en crisis económica, Putin afirmó que “por primera vez en los últimos 200 o 300 años, Rusia enfrenta la amenaza real de resbalarse al segundo o incluso al tercer escalón de los estados del mundo”.

“Para evitar ese resbalón se dispuso a recuperar la economía impulsado por los vastos recursos naturales del país y quitarles a los oligarcas la gran influencia política que tuvieron bajo Yeltsin. Fue controvertido, pero le ayudó a asegurar un mayor control en Moscú”, detalla el citado servicio mundial de noticias.

Sus aliados también controlan buena parte de los medios de comunicación y ha incrementado las restricciones para organizaciones no gubernamentales con vínculos extranjeros, muchas de las cuales se enfocan en reportar abusos de derechos humanos.

Abrazo de oso al mundo

Esas políticas las combinó con un componente militar que ha sido un fundamento tanto de su ascenso político como de su gobierno. Eso incluye las acciones en Ucrania, pero también el misil intercontinental que probó en los últimos días o sus intentos recientes de tener una mayor presencia en países como Venezuela, Cuba y Nicaragua, por donde se han visto buques de guerra, bombarderos intercontinentales, centros de entrenamientos contra el crimen organizado y últimamente, rumores de bases militares rusas.

Todavía está por verse qué resultará de esos intentos. Lo que nadie duda es que mientras Putin siga aferrado al poder —y ya lleva casi 15 años en él— hará lo posible para que la visión de Rusia se destaque en el plano internacional por más polémica que resulte.

“Occidente sabe que tendrá que contar con él: no por nada Putin aparece descrito en los cables diplomáticos revelados por WikiLeaks en 2010 como el “macho alfa” de Rusia.

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