Una cosa es proponer una Constituyente y otra muy diferente proponer a determinada persona para un cargo estatal. Si monseñor Mata se hubiera quedado quieto con la primera propuesta, la Conferencia Episcopal se encontraría más fuerte de lo que está hoy en día. Y es que el partidarismo exagerado ha sido un flagelo mortal para la democracia nicaragüense, producto de los intereses personales de los políticos. Por eso es tan importante que los miembros de la Conferencia Episcopal se mantengan a buen recaudo del amiguismo político para evitar suspicacias destructivas que laceran la confianza de los nicaragüenses en los obispos de Nicaragua. Una Constituyente significa un renacer administrativo para beneficio de esa patria nueva tan esquiva e ilusoria, mientras que una recomendación personal para un cargo importante dentro del Estado sugiere obligaciones de agradecimiento que tienen que ser canceladas. Yo te recomiendo para un cargo y vos quedás en deuda conmigo. Ese juego de influencias es el que nos ha llevado a este estado de corrupción que nos tiene postrados en la miseria y la ignorancia.
La Conferencia Episcopal está entera y confiable, pero recibió un dardo que la hizo respingar sin perder su verticalidad. Sin embargo, la gente murmura y esos murmullos no son positivos. Los nicaragüenses soplamos hasta la cuajada porque nos hemos quemado con la leche y ya no queremos quemarnos.
LA PRENSA lo expresa claro con la caricatura de hace unos días en la que Ortega es el lobo feroz y los obispos son ovejitas temerosas dispuestas a dejarse comer. Hechos como la recomendación política para un cargo oficial, son los que hacen que la Conferencia Episcopal luzca frágil y fácil de digerir ante los ojos del pueblo y los de Daniel Ortega que ya se siente vencedor porque cree que sus nuevos oponentes se parecen a los políticos tradicionales. Estoy seguro que se equivoca y así como una golondrina no hace verano, un error de cálculo no significa sumisión ni mucho menos colaboración.
La mujer del César no solo tiene que ser buena, sino aparentarlo también. Así debe ser con los obispos de la Conferencia Episcopal, los cuales no deben dejar ninguna posibilidad a la duda, ni a la suspicacia. Todo debe ser diáfano como gotas de agua cristalina de montaña para actuar, y fría para golpear. El gran Muhammad Ali era tan delicado que se movía como una mariposa y tan letal como el piquete de una avispa a la hora de golpear. Así debe ser la Conferencia Episcopal en este diálogo tan importante para todos los nicaragüenses: suaves en el trato y letales en los compromisos que le tienen que sacar al presidente Ortega. Que la apariencia de ovejas débiles solo sea un disfraz que esconde a la fiera que defiende los intereses de todos los nicaragüenses.
A nuestros obispos les reitero la confianza que siento en ellos, renuevo mi esperanza que están puestas en sus manos y les aseguro que tendrán apoyo incondicional del pueblo hasta los límites que dispongan. En el encuentro con las fuerzas oscuras, los obispos son la luz. El autor es periodista.
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