En 1926 el pueblo se levantó en armas en defensa de la Constitución, que había sido manoseada por el Lomazo del caudillo Emiliano Chamorro. La guerra constitucionalista, la lucha contra los caudillos y la sucesión dinástica son los antecedentes de la fundación del Movimiento Liberal Constitucionalista por su líder el doctor Ramiro Sacasa y un nutrido grupo de liberales que se opusieron a Anastasio Somoza Debayle, prefiriendo perder sus cargos a ser cómplices de los atropellos a los ideales del liberalismo; de ahí su participación en el derrocamiento de Somoza.
El doctor Ramiro Sacasa y sus colaboradores centraron sus energías en hacer el tránsito de la dictadura a la democracia, de avanzar en conquistas sociales y políticas, de establecer la autonomía universitaria, la no reelección, la alternabilidad y respeto a la división de poderes, el fortalecimiento institucional y la subordinación del poder a la ley. Igualmente fueron beligerantes en denunciar el pacto de Agüero con Somoza.
La conducta oportunista de Alemán y la cúpula dirigencial de ese partido puso marcha atrás las conquistas, de los fundadores del Partido Liberal Constitucionalista y sus ideales. El Pacto Alemán Ortega, ratificado esta semana con la elección de los cargos prebendarios de los funcionarios de los remedos de poderes del Estado, es una puñalada a la democracia, a los preceptos del liberalismo, una ofensa a sus militantes de convicción; debido a que tiraron por la borda la institucionalidad de este país, y el derecho elemental de los ciudadanos a elegir y ser electos. En opinión del doctor Sacasa:
“Si la ciudadanía puede elegir libremente, escoge a los mejores y con ello procura la honestidad y la eficiencia en la administración. El funcionario adquiere conciencia de su responsabilidad y se empeña en realizar una buena labor. No hay despilfarro ni aprovechamiento ni confusión entre sus bienes personales y los de la nación…”
El doctor Sacasa condenó en su momento la Constituyente, producto del pacto de Agüero y Somoza para cambiar la Constitución Política, lo que equivaldría hoy día a las reformas que fueron aprobadas por la Asamblea Nacional con la complicidad de Arnoldo Alemán y sus diputados, con lo cual hacen una Constitución a la medida del inquilino del poder ejecutivo.
“Una constituyente significaría el rompimiento del orden constitucional”. Reformas cuya legalidad es cuestionada, porque una buena parte de los diputados orteguistas son el resultado del fraude electoral, y tienen el agravante de carecer de legitimidad, porque no son producto de un consenso de los diferentes sectores de la sociedad, ni tampoco responden a las necesidades de los nicaragüenses; por el contrario, todos estos cambios vienen a concentrar el poder y el continuismo de Daniel Ortega. Decía el doctor Sacasa:
“La gran lección que debemos aprender de lo que ha ocurrido es que los pactos políticos no son la cura contra el continuismo y la ilegalidad. No se puede pactar con quien quiere perpetuarse en el poder y tiene todos los medios para materializar sus ambiciones. En una democracia, la cura contra el continuismo es la alternabilidad en el poder y contra la ilegitimidad de un gobierno, el marco constitucional. El continuismo y la ilegitimidad representan las crisis más agudas del sistema democrático”.
Es una pena que una causa tan noble haya caído en manos tan sucias. Bien harían Arnoldo Alemán y sus epígonos en cambiar el nombre del partido y llamarse PSZ: Partido Somocista Zancudo. Porque llamarle liberal es una vergüenza y, constitucional, una aberración. El autor es sociólogo
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