Jeniffer Castillo Bermúdez
Azul, de Rubén Darío, estuvo en el mismo estante de siempre. Aunque ayer se festejó el Día Internacional del Libro, nadie se acercó para leerlo.
Este es un libro “eventualmente” demandado en las bibliotecas municipales, sobre todo cuando los maestros orientan a sus alumnos leerlo para luego exponerlo en el aula de clase.
De lo contrario, “casi nadie lo busca”, dice una de las encargadas de las bibliotecas municipales de Managua, que a no ser por las giras programadas de las escuelas públicas no recibirían más que cuatro visitantes al día.
En Managua hay diez bibliotecas a cargo de la Alcaldía de Managua. En ellas hay más de 20,000 libros, pero la mayoría urgen ser actualizados, de acuerdo con los últimos datos oficiales.
En las bibliotecas municipales —como la Luis Alfonso Velásquez, que ahora está situada en el Instituto Nacional de la Cultura— se reciben a menos de cien mil personas al año, según los registros de la Alcaldía.
Pero la mayoría de los visitantes son estudiantes de primaria y secundaria que llegan a consultar bibliografía para cumplir con tareas asignadas en las escuelas.
Gabriela Tellería Picón, coordinadora del fondo Editorial Libros para Niños, reconoce que en Nicaragua existe poca cultura para leer libros y en las escuelas no están enseñando a leer comprensivamente a los niños.
Sin embargo, el problema no es solo de la escuela. También el padre de familia tiene una responsabilidad porque “no están leyendo cuentos a sus hijos desde que son pequeños”.
Cuando un padre lee cuentos a sus hijos antes de dormir “le está incentivando la lectura para que el niño no lo vea como obligación”, dice Tellería.
Ver en la versión impresa las páginas: 2 A