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Adolfo Bonilla

Reflexiones sobre el sindicalismo

Desde afuera y desde lejos se puede especular que no existe verdadero sindicalismo en la actualidad, ya que las organizaciones sindicales oficialistas son un instrumento del Gobierno, que existen más para servir como correa de transmisión del omnímodo poder ejecutivo que para defender los genuinos intereses de la clase trabajadora. Por otra parte, las demás centrales sindicales a duras penas sobreviven.

En las décadas anteriores a la fatídica fecha de 1979 había beligerancia sindical, especialmente en las organizaciones marxistas y las cristianas porque se inspiraban en ideales y objetivos concretos derivados de las angustias y esperanzas de los trabajadores de la ciudad y el campo. Ahora el movimiento sindical ha quedado despojado de todo su bagaje intrínseco que animaba a sus dirigentes y militantes de aquella época.

En los años sesenta y setenta del siglo recién pasado, el sindicalismo cristiano comenzó luchando apenas por hacer cumplir lo que ya estipulaba el Código del Trabajo, pero eso despertó la conciencia en los trabajadores urbanos y rurales de todo el país. En el sector urbano se luchaba contra un tipo de capitalismo primitivo, mientras que en el sector rural se luchaba contra un sistema casi feudal.

No obstante, después de luchar por reivindicaciones económicas básicas se pasó a rebasar la legislación laboral (que más bien restringía la acción sindical), desplegando gigantescas batallas en reclamo de conquistas no solo salariales, sino que incursionaban en el ámbito de la educación, lo social y hasta político.

Todo eso porque los postulados del sindicalismo cristiano contemplaban el objetivo a largo plazo de coadyuvar en la construcción de una nueva sociedad acorde con los principios y valores sociales del cristianismo, para lo cual se reclamaba acceso de los trabajadores a los adelantos y ventajas de la ciencia y la tecnología, acceso en términos de equidad a la economía, la cultura, la política y el poder.

Por lo tanto, basados en esas premisas se trazó la estrategia de la construcción del Poder Organizado de los Trabajadores (POT), a fin de convertir a la clase trabajadora en un interlocutor válido, sólido y permanente ante las demás instancias del poder.

En ese período de la historia, el sindicalismo abanderado por la Central Latinoamericana de Trabajadores (CLAT) —de la cual era miembro el sindicalismo cristiano nicaragüense— impulsaba en los años setenta un proceso ideológico colectivo en busca de una ideología propia de los trabajadores de esa época, reconociendo que todas las ideologías en este continente fueron importadas de Europa o los Estados Unidos.

En las décadas antes mencionadas todo el movimiento sindical se inspiraba en alguna ideología, ya fuese cristiana, marxista o capitalista, mientras que en la actualidad no se sabe si alguna central sindical lucha por un ideal, por una ideología, por una utopía. Nadie sabe cuáles son sus propósitos, sus propuestas, la razón de ser de la lucha sindical, más allá de las inmediatas aspiraciones ordinarias de los trabajadores urbanos y rurales. Lo único que se puede deducir con facilidad es que las estructuras sindicales cobijadas por el “sandinismo” solo obedecen órdenes superiores de carácter político partidario. Tienen fuerza, pero no tienen poder. De las demás no se puede saber por qué es que se organizan.

Lo que le da sustento al movimiento sindical es el ideario que inspira su organización y acción. Caso contrario seguirá subsistiendo un vacío que no podrá generar ningún entusiasmo, ninguna mística de trabajo por alguna causa noble que le impregne sentido a todo su quehacer. El autor fue sindicalista cristiano

Opinión Reflexiones sindicalismo archivo

COMENTARIOS

  1. fernando
    Hace 10 años

    Como dijera Fidel Castro allá por 1959,” Los trabajadores cubanos no necesitan el sindicato, tienen el estado”.

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