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Gladys Hernández, de 22 años, estudia actualmente Mercadeo en la Universidad de Ciencias Comerciales (UCC). LA PRENSA/ L. MARTÍNEZ

Y el agua llegó a Wibuse

En Wibuse no había agua. Había que caminar casi una hora para llegar hasta el pozo público, llenar los baldes y recoger para beber y para los oficios domésticos.

Luis Eduardo Martínez

En Wibuse no había agua. Había que caminar casi una hora para llegar hasta el pozo público, llenar los baldes y recoger para beber y para los oficios domésticos.

En la temporada seca, la situación empeoraba en la comunidad que queda a diez kilómetros de San Dionisio, Matagalpa.

El pozo dejaba de abastecer y había que ir a buscar el agua a los ríos cercanos.

Fue entonces cuando Gladys Hernández, quien apoyaba y asesoraba a su papá, presidente del comité de agua, comenzó a hablar con las familias del lugar —son 85— y a organizarlas para gestionar el proyecto de agua potable en esa pequeña comunidad que está a 1,500 metros sobre el nivel del mar.

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Cada miércoles, durante una temporada Poderes de LA PRENSA destinará este espacio para destacar el trabajo de personas, quienes con su liderazgo han contribuido a mejorar su entorno o han destacado en cualquier ámbito. Hoy se arranca con la historia de Gladys Hernández, una joven líder de Wibuse, una comunidad de San Dionisio, Matagalpa. Si quiere proponer líderes para esta sección puede escribir a [email protected] o [email protected].

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Como fruto de la organización y gestión se compró un pedazo de tierra para instalar el tanque, se instaló la tubería, y en asunto de año y medio se abrieron los grifos en Wibuse. El proyecto fue costeado por el Instituto de Desarrollo Rural (IDR).

SIN MEDIR DISTANCIAS

Desde su adolescencia, Hernández, hoy de 22 años, se acostumbró a luchar por sus proyectos e ideas. Mientras estudió la secundaria caminaba diario veinte kilómetros, de ida y vuelta, entre San Dionisio y Wibuse. Incluso en la actualidad la comunidad no cuentan con transporte público.

Recuerda que salía a las 4:30 de la mañana de su casa, en lo oscuro, y llegaba a las 7:00 de la mañana en punto al colegio.

Hernández es la tercera de nueve hermanos y admite que sus padres “no tenían la capacidad para que yo estudiara en alguna universidad”.

Sin embargo, a través de un organismo no gubernamental supo sobre un programa de becas para estudiar en Estados Unidos.

Así que aplicó a una de esas becas otorgadas por el programa para la educación y el desarrollo económico, de la Universidad de Georgetown, identificado como Becas Semilla.

Dos años estuvo alejada de su familia entre 2010 y 2012. Estudió en Appleton, una ciudad del estadounidense estado de Wisconsin.

Al volver, no cambió sus ideas, sigue pensando qué proyectos nuevos puede desarrollar en su comunidad.

“Fue una gran oportunidad estudiar en Estados Unidos”, dice la muchacha. Cuenta que entre los conocimientos adquiridos, está el cómo redactar y gestionar un proyecto, mantener buenas relaciones con la comunidad, sus líderes y autoridades.

Ahora Hernández administra una cooperativa de café orgánico en Rancho Grande.

Con los ingresos que obtiene costea sus estudios de Mercadeo en la Universidad de Ciencias Comerciales (UCC) en Matagalpa, pero también apoya los estudios de dos hermanos: una que estudia Ingeniería Agrónoma y otra que está en quinto año de secundaria.

Planea la construcción de una casa taller, para que los artesanos de la comunidad tengan un sitio en el que puedan elaborar los utensilios de barro que utilizan.

En su comunidad hay mucho que hacer. Le gustaría ayudar a mejorar el servicio de agua, ya que ahora hay más casas. La gente, que la reconoce como una lideresa, le ha pedido que siga trabajando.

Política Agua Wibuse archivo

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COMENTARIOS

  1. montesquiuelcuapeño
    Hace 10 años

    POR SUS ESFUERZOS LOS VEREIS. El ejemplo de esta esforzada y muy inteligente muchacha, abnegada con sus padres y hermanos, es lo que evita, según los misteriosos designios del Creador, que nuestro conflictivo y pobre país no se precipite demasiado en la anarquía total y los crímenes, robos, enriquecimiento ilícito y atroz, evitando la catastrofe moral, de la que quedan pequeñísimos resquicios –y en saldo rojo–en nuestro inventario moral.

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