Juan Villoro es una leyenda en la literatura latinoamericana. Maestro de la crónica, autor de Dios es redondo, donde explora las pasiones de los jugadores de futbol, y los ambientes que se viven alrededor del juego.
Es un aficionado al cine y al rock (es autor, con Joselo Rangel, de dos canciones cantadas por Café Tacuba), en el 2004 ganó el Premio Herralde por su novela El testigo.
Considerado uno de los periodistas mexicanos más importantes, en varias ocasiones ha dicho que la crónica es el ornitorrinco de la prosa por la gran cantidad de influencias que pueden ocuparse para su creación.
También ha referido, que “la crónica es un animal cuyo equilibrio biológico depende de no ser como los siete animales distintos que podría ser”.
Sus novelas son una referencia de calidad y temáticas por la forma como mezcla lo clásico con lo moderno, debido a que enfocan la problemática que vive México, su país víctima de la violencia y de los narcotraficantes.
Aficionado a la pasión
Villoro está en Nicaragua (es su primera vez), como invitado al II Encuentro de Narradores Centroamérica cuenta.
En una mañana calurosa deja sus opiniones sobre la novela, el cuento y el oficio de escribir, además se confiesa aficionado del futbol, “como hincha me interesa mucho el futbol en su condición de juego, pero como escritor me interesa más como un fenómeno que involucra las pasiones de la gente, soy más bien un aficionado a la afición y es lo que trato de captar en mis crónicas”.
El misterio del cuento
Además de esa pasión, Villoro explica que el cuento es el género más exigente en la prosa. Y recuerda sus años de taller de escritura con Augusto Monterroso.
“Tuve la oportunidad de estar en su taller, era un escritor sumamente afable como persona y con un gran sentido del humor, pero al mismo tiempo muy riguroso como maestro”.
De los consejos de Monterroso, refiere que “él nos decía en el cuento no podés tener la menor distracción pues cualquier cosa se va advertir como un cañonazo y tienes que tener una perfecta economía de recursos, y esta necesidad de contar con precisión de sugerir más de lo que estás diciendo, es uno de los grandes misterios del cuento y en ese sentido es un género apasionante y del alta complejidad”.
¿Más complejo que la novela? “mucho más, porque la novela es voluntariamente imperfecta, todas las grandes novelas ponen en duda la idea de novela y se discute, si se puede escribir de una manera o de otra. La novela moderna que comienza con Cervantes es la obra de un autor que mete una novela dentro de otra novela y está jugando con el género, y luego juega que se le pierde otra novela y luego la recupera, y desde entonces, la novela es así, no tiene muchas reglas y las mejores novelas se cuestionan a sí mismas y hay muchas páginas que sobran”.
Un mecanismo de reloj
A diferencia del relato, agrega que “en cambio en el cuento, que es lo más cercano a la poesía desde la prosa, en el cuento tú no puedes desviar la atención, y todo tiene un sentido, es como un mecánico de relojería, y si tú escribes un libro de doce cuentos, pues ese libro lo tienes que empezar doce veces, y lo debes de acabar doce veces, porque cada cuento va a ser distinto, y al mismo todos deben ser suficientemente parecidos para que tengan un parentesco de familia y puedan estar juntos”.
El autor de Balón dividido, también refirió que sus dos últimas novelas; Arrecife y El testigo, enfocan parte de los problemas sociales que vive México.
Ver en la versión impresa las páginas: 6 B
