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Jesús es la Puerta

Hoy la palabra “puerta” es una de las palabras que más utilizamos; es un término permanente de nuestro lenguaje cotidiano: Salimos de casa y, si alguien lleva las llaves, le decimos: “Cierra bien las puertas”.

PBRO. ÓSCAR CHAVARRIA

Hoy la palabra “puerta” es una de las palabras que más utilizamos; es un término permanente de nuestro lenguaje cotidiano: Salimos de casa y, si alguien lleva las llaves, le decimos: “Cierra bien las puertas”.

Si vamos a salir y se quedan niños solos en la casa les insistimos: “Cuidado, hijos, no le abran las puertas a nadie”. Si nos encontramos con el vecino, hablamos de la inseguridad en que vivimos: Yo le he puesto todos los cerrojos “habidos y por haber” a mi puerta. Si salimos del carro y vemos que alguien ha dejado alguna puerta abierta le decimos en seguida: “Cierra bien esa puerta”. Si llega algún amigo querido a nuestra casa, al abrirle la puerta y saludarle le decimos: “Entra; estás en tu casa; todas las puertas están abiertas para ti”. Sin embargo, si alguien llama y es un desconocido, le dejamos que toque pero no le abrimos la puerta.

La puerta es todo un símbolo de acogida o de rechazo, de defensa o indefensión, de seguridad o de peligro, de solidaridad o egoísmo, de confianza o menosprecio. Abrirle las puertas a alguien es como abrirle nuestro corazón. Sin embargo, cerrarle las puertas a alguien es como decirle: “No te conocemos; no te podemos abrir. Nada queremos contigo; nos molesta tu presencia”.

Hoy hay muchas puertas cerradas: A la vida, pero abiertas a la muerte y a la violencia. A justicia; pero abiertas a toda clase de egoísmo.

A la honradez; pero abiertas a la corrupción. Al trabajo; pero abiertas a toda clase de ambición. A la libertad; pero abiertas a toda clase de opresión y esclavitud.

Jesús, nos dice que él es “la Puerta” (Jn.l0,7): Que nos conduce al Padre: “Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre” (Jn.8,19). Que nos da la salvación: “Si uno entra por mí, estará a salvo” (Jn.10,9). Que lleva a la libertad: “Si uno entra por mí… entrará y saldrá y encontrará pasto” (Jn.10,9). Que conduce a la vida: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn.l0,10).

Jesús se nos ofrece a todos como puerta siempre abierta: Él es el mejor camino para entrar en la casa del Padre: “Yo soy el camino… nadie va al Padre sino por mí” (Jn. 14,6). Él es la Puerta siempre abierta para todos; a nadie rechaza, a todos acoge y nos invita descansar de nuestra fatigada vida: “Vengan a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados y yo les daré descanso” (Mt.11,28).

En nuestro mundo se nos ofrecen muchas puertas falsas que fácilmente se nos abren para brindarnos una felicidad que luego no es tal. La verdad es que solo hay una puerta capaz de darnos la verdadera vida y abundante: Esa Puerta es Jesús.

Por ello la Iglesia, la comunidad de los creyentes en Jesús debe ser siempre una comunidad de puertas abiertas.

Comunidad de puertas abiertas a cuantos se acercan a ella pidiendo una ayuda, una luz que les ilumine, el perdón que reconcilia.

Comunidad de puertas abiertas a Jesús y su mensaje para vivirlo y comunicarlo.

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