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Misioneros con misiones divinas cumplidas

Alfonso Dávila Barboza

Me place con sentimiento cristiano escribir estas notas en homenaje a dos misioneros que en el ejercicio de sus funciones propias de la Iglesia católica, siempre estuvieron muy prestos en lograr el agrado y las bendiciones de nuestro Señor Jesucristo por ser estrictos en lo indicado y orientado por el citado Divino Maestro. Y se registró como dato histórico inolvidable el domingo 27 de abril recién pasado, cuando el papa Francisco dio pase libre al cielo a la memoria y al espíritu de los recordados papas Juan XXIII y Juan Pablo II. Tengamos en cuenta que Jesucristo enseñaba a sus discípulos el culto a la fe y al amor pues para el Maestro este sentimiento es paciente, servicial, no cabe la envidia, no presume ni se llena de orgullo, no es mal educado ni egoísta, no se irrita, no lleva cuenta del mal, no se alegra de la injusticia y goza con regocijo por todo lo verdadero. El amor disculpa sin límites, y este sentido, a mi juicio y como cristiano convencido nos enaltece y nos traza senderos luminosos para un recorrido fraterno, fiel, respetuoso y sincero.

Debo confesar que en muchas biografías dedicadas a los destinos del catolicismo, como son los papas, tiene señalamiento especial la total entrega a materializar en lo posible las enseñanzas sentimentales muy propicias para la consideración y análisis de temas originales de nuestra vida cotidiana, y en ese particular, Jesucristo siempre ocupará el ser especializado con original metodología, profundizar en sus discípulos lecciones de valor indiscutible que permitieron conversatorio de altura en este misionero mayor con los que tenía en su entorno. Recordemos que los discípulos recorrieron bien cargados de fe y entusiasmo poblados, valles, y comunidades para llevar las enseñanzas que recibían del “gran perdonador de injurias”.

Estos discípulos lograron descubrir con mucha certeza a los que no toleraban la presencia de Jesús ni valoraban sus sabias enseñanzas. Un dato que merece estimarse de mucha inteligencia y que cabe, a mi juicio destacarse, es que los enemigos y mal querientes del “glorioso Resucitado” no lograron con sus falsedades desvirtuar lo bello del cristianismo. Y aquí tengámoslo presente que los antiguos fariseos que estuvieron atentos a darle tormento al Salvador, y en esas regiones los fariseos criollos que antes negaban a Jesús, violentaron a sus ministros y le rindieron culto a la herejía. Mas hoy, por su conveniencia se rasgan las vestiduras y se dan a conocer como muy cristianos y consecuentes con los oprimidos. Sin embargo, para suerte de la religión cristiana a los fariseos de tiempos atrás el Mesías los identificaba de esta manera: “Estos fariseos todo lo que hacen es para que los vea la gente. Son amantes de los primeros puestos en los banquetes así como de los asientos de honor en los templos, se extasían cuando se les hacen reverencias en cualquier lugar donde se encontrasen, además que se alababan cuando les llamaban maestros”.

De Juan XXIII existe una calificación bien clasificada y de perenne admiración, pues como papa en 1962 dio vida al Concilio Ecuménico Vaticano II, que cambió la imagen de la Iglesia tradicional.

Juan Pablo II demostró profundo amor y definida simpatía por nuestra amada Nicaragua. Podemos decir con profundo orgullo a nuestros descendientes que Nicaragua tuvo el privilegio de tener en su suelo a un santo, que a mi juicio, en su vida terrena fue “adelantado misionero y sobresaliente peregrino”, quien realizó un rol admirable, sensible, justo y oportuno en beneficio de nuestra religión cristiana.

Obran en mi poder libros dignos de mención: Cruzando el umbral de la esperanza, Don y misterio, y Levántate y vamos, mismos que me han sido obsequiados por mi amigo y querido reverendo Cesar A. Castillo quien da fe de mi entrega por décadas al estudio de temas bíblicos y de las variadas encíclicas provenientes de los jerarcas del Vaticano.

El autor es Miembro del Instituto de Estudios del Modernismo, Valencia-España.

Opinión Alfonso Dávila Barboza misioneros archivo
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