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Carlos Alberto Montaner

El placer de ayudar

Es un verdadero honor concederle al matrimonio de Carlos y Vivian Pellas, el Premio Henri Dunant. Esta distinción fue creada en el 2014 por el Interamerican Institute for Democracy para honrar a los empresarios que han practicado la responsabilidad social de una manera efectiva durante un periodo sustancial. El Premio es un reconocimiento ad honorem. Se otorga a los empresarios exitosos que generosamente practican la filantropía. Se entrega a las personas y no a las empresas, porque la empatía es una emoción que sólo pueden sentir los seres humanos.

Henri Dunant, fundador de la Cruz Roja en 1863, fue un empresario suizo-francés, nacido en Ginebra en 1823, en el seno de una pudiente familia calvinista. En 1901 recibió el primer Premio Nobel de la Paz, otorgado por miembros del parlamento noruego. Murió en 1910 en Heiden, comuna suiza de la zona alemana.

Dunant, a los cuarenta años logró crear la institución solidaria más efectiva y famosa de todos los tiempos, organización internacional que ya sobrepasa el siglo y medio de existencia.

El impulso emocional que lo motivó a actuar fue el horror de la guerra. Elegimos su nombre para designar nuestro premio porque simboliza todo lo bueno que alberga el corazón humano. El propósito de Dunant, que se convirtió en el leitmotiv de la Cruz Roja, consistía en aliviar el sufrimiento humano sin establecer condiciones. Esencialmente, era una institución transnacional dedicada a dispensar ayuda desinteresada.

Dunant tenía muy clara la regla de oro de la ética: “Trata a los demás como querrías ser tratados por ellos”. Principio universal de reciprocidad que aparece, con más o menos las mismas palabras, en el Viejo y Nuevo Testamento, en las Analectas de Confucio, en el Corán o en los textos budistas.

¿Por qué nos pareció importante crear este galardón que hoy le entregamos a Vivian y Carlos Pellas? Por tres razones:

Primero, porque pensamos que es muy importante que se divulgue la conducta honrosa de unos empresarios exitosos que dedican una parte notable de su patrimonio personal a obras tendentes a aminorar el sufrimiento humano. Honrar, honra, decía José Martí, y este matrimonio merece este reconocimiento.

Segundo, porque es muy importante que entre los empresarios y personas pudientes latinoamericanos se propague la idea de que es moralmente justificado y políticamente sano ayudar al prójimo de una manera espontánea y desinteresada. No basta hablar de la solidaridad en abstracto: hay que convertir ese impulso, que existe en la naturaleza de casi todas las personas, en actos concretos de ayuda a quienes lo necesitan.

Tercero, porque la filantropía contribuye a fortalecer la democracia. Quienes necesitan de la solidaridad moral ajena confirman que muchas de las personas afortunadas que han conseguido triunfar en el terreno económico no olvidan a quienes han tenido peor suerte. Si queremos democracias estables —uno de los objetivos de nuestro Instituto— tenemos que desmentir de manera fehaciente la sospecha de que nuestro sistema de economía libre tiende al egoísmo ciego.

Una parte sustancial de la conformidad de la sociedad norteamericana con la democracia liberal y la economía de mercado radica en la conducta generosa de muchas de las personas prominentes. Cuando Bill Gates y Warren Buffett, dos de las personas más ricas del mundo dedican el 90 por ciento de sus fortunas a ayudar a los necesitados, ese comportamiento genera admiración.

A lo que se agrega la inmensa legión de ciudadanos de recursos escasos o limitados que donan su tiempo y su esfuerzo voluntariamente en hospitales, comedores públicos y otros centros de asistencia para ayudar a los necesitados de afecto y atención.

En 1889, el supermillonario Andrew Carnegie (1835–1919), dentro de un libro titulado Riqueza , publicó El Evangelio de la Riqueza, ensayo en el que resumió en dos principios la esencia de la responsabilidad social de los empresarios exitosos que él sentía como una especie de imperativo moral: el de la Caridad y el de la Custodia.

En el “Principio de Caridad” establecía que las personas más afortunadas debían ayudar a los miembros menos afortunados de la sociedad. En el “Principio de la Custodia”, inspirándose en la Biblia, opinaba que los ricos debían considerarse custodios de unos bienes que deben servir para provecho de toda la sociedad.

De ahí esa fórmula que tantas veces escuchamos en Estados Unidos e Inglaterra cuando alguien ejerce la filantropía: asegura “devolverle a la sociedad lo que la sociedad me ha permitido ganar”.

Nada de esto está reñido con la opinión de Milton Friedman, quien sostenía que la primordial responsabilidad social de las empresas era obtener beneficios cumpliendo la ley y compitiendo lealmente.

Eso es cierto, pero una vez cumplido ese objetivo, quien ha obtenido beneficios considerables, si siente ese fuego interno de la solidaridad, y si cree que el sentido de la vida es mucho más que acumular riquezas, puede y debe mostrar su calidad humana ayudando a quienes lo necesitan, como han hecho Carlos y Vivian Pellas de manera ejemplar.

Los felicitamos de todo corazón.

Una anécdota final. Los últimos años de la vida de Henri Dunant fueron muy duros. Perdió toda su fortuna y hasta durmió en la calle y bajo los puentes. Pero en 1901, mientras residía en una especie de hospicio, le notificaron que le había sido concedido el primer Premio Nobel de la Paz (junto a otra persona), dotado con una considerable cantidad de coronas suecas. ¿Qué hizo? Les donó su parte a los más pobres.

Henri Dunant fue bondadoso hasta el momento de su muerte porque había descubierto el inmenso placer de ayudar y servir. Por eso la humanidad no lo ha olvidado. Por eso le hemos dado su nombre a este galardón que hoy le entregamos a Vivian y a Carlos Pellas junto a la gratitud de los miles de personas a las que han podido auxiliar. Muchas gracias en nombre de todas ellas. Texto casi íntegro de las palabras de Carlos Alberto Montaner en la entrega del premio “Henri Dunant” al matrimonio de Carlos y Vivian Pellas, otorgado por el Interamerican Institute for Democracy en Miami el 15 de mayo de 2014.

Opinión ayuda placer archivo

COMENTARIOS

  1. denso
    Hace 10 años

    Muy generoso los que donen parte de sus ganancias a la gente pobre,aunque creo personalmente que harian mas bien,al pueblo en general,queno sigan despalando todo el occidente del pais para sembrar la tal cania de azucar que ya esta metida por todos lados, la cania esta dejando sin recursos hidricos a los pueblos cercanos a las ciudades,miles de animales salvajes los sacaron de su habitat o pasaron a mejor vida

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