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Cofradía del amor

Advertencia al lector: esta columna debe leerse acompañada de un postre.

Advertencia al lector: esta columna debe leerse acompañada de un postre.

Hay un rumor que navega en los círculos sociales más selectos del país desde los cotilleos de cenas y cócteles: Que en un lugar anónimo de la Antigua Guatemala se reúne la Cofradía del amor. Ficción desde luego. Hay varios miembros que en el día son conservadores en extremo y en las reuniones del grupo son los más divertidos libertinos. Se cuenta que en uno de sus encuentros sucedió esto:

Aquella noche no había un tema en particular. El Jefe, así le decían a Julián, se levantó del diván para ambientar la reunión con música del jazzista Roy Hargrove. Sonó en el altavoz Bring It on Home to Me. Luego se escuchó Entre remolinos, de Perrozompopo.

¡P-o-l-í-t-i-c-a hoy no!, ¡tampoco r-e-l-i-g-i-ó-n!, gritó la chilena Teresa DeBrito, mientras la música daba la bienvenida a todos. Odette, una austriaca-guatemalteca, parece que siempre era la provocadora de los disturbios verbales.

Odette inició la velada hablando sobre la respiración boca a boca “con fines humanitarios”: Se puede salvar a la gente a través de la respiración boca a boca improvisada, a través de ella se puede extraer los malos espíritus. Conozco a personas que la necesitan, lo haría gratis, pero ya sé que no lo entenderían, más bien distorsionarían los motivos e invocarían equivocadamente al amor, eso me paraliza.

Teresa DeBrito, acomodándose en el sillón, levantó la mano y tomó su turno para ampliar: Yo llamaría a eso respiración liberal de boca a boca y una distracción experimental sin fines humanitarios, porque hay exquisitas ganancias compartidas. Hay mucha gente necesitada de cariño y de un beso, pero ¡cuidado!, cuando besas por caridad puedes quemarte.

¿Dónde está el poeta solitario y loco?, preguntaron todos. El bardo aún no ha venido, pasa algo con él dijo El Jefe, escuché que desde que visitó una tumba sin nombre en algún sitio de un poblado como Macondo su alma está muy silenciosa.

Es verdad, interrumpió el poeta mientras entraba a la Cofradía del amor: Resulta que la tumba sin nombre es extraña por naturaleza, y mientras contemplaba la última morada de mi viejo amigo, medité sobre su legado al mundo. Me fumé un puro en su memoria.

Me pareció intrigante eso de la respiración boca a boca, en la próxima reunión les prometo un poema sobre eso, por ahora mi única petición es para El Jefe, dijo el poeta: ¡Sergio, adelántate a hacer sonar “El Padre Antonio y el Monaguillo Andrés”, de Rubén Blades!

Todos bailaron, bajo el concierto de la luna.

Irasema, una encantadora brasileña, habló de la obra de teatro El Desvarío, dirigida por el guatemalteco Daneri Gudiel, una ventana a lo extraño donde cada persona puede reescribir su propio guion y vivir la vida que en verdad desea, en especial cuando despertamos y no sabemos quiénes somos: ¿Algo común verdad?

La libertad se vivió en aquella reunión de la Cofradía. El rumor es eso: Un rumor, porque la Cofradía del amor solo existe en esta columna.

Cultura arte archivo

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