Wendy Álvarez Hidalgo
Tres de cada diez nicaragüenses de entre 15 y 30 años que está en el mercado laboral trabaja más de 40 horas semanales, pero su salario es inferior a la paga mínima del sector donde se desempeña. En tanto, solo dos de cada diez jóvenes goza de un empleo pleno y con salario de calidad.
Esto es lo que desvela la Encuesta Continua de Hogares al III trimestre de 2012, una alarmante realidad laboral.
Según el economista Adolfo Acevedo, la encuesta demuestra que Nicaragua está desaprovechando la oportunidad de alcanzar la soñada prosperidad económica impulsando la fuerza laboral joven.
Según dicha encuesta que divulga el Instituto Nacional de Información para el Desarrollo (Inide), en el mercado laboral hay 3.04 millones de ocupados, de los cuales 1.29 millones son jóvenes de entre 15 y 30 años, los que en su mayoría tienen empleos precarios.
“Son fundamentalmente empleos que crea la propia población para sobrevivir, sin acceso a recursos, y son empleos de bajísima productividad e ingresos, equivalentes en gran parte de los casos al subempleo (visible o invisible)”, alerta Acevedo.
De hecho es a este mercado laboral al que se están incorporando los jóvenes que están abandonando las aulas para dedicarse solo a trabajar. El Informe del Estado de la Región, divulgado la semana pasada, señalaba que en 2001 el 42.1 por ciento de los jóvenes solo estudiaba y para 2010 se redujo a 22.4 por ciento. En contraste el segmento de los que solo trabajan se incrementó 16.5 puntos porcentuales, al pasar de 23.9 por ciento en 2001 a 40.4 por ciento en 2010.
Acevedo dice que la situación del empleo joven se agravaría si el Inide midiera el subempleo visible en base a 48 horas, que es la jornada legal oficial, y no 40 horas como lo hace en su encuesta, porque la mayoría de los jóvenes no logran esa jornada oficial.
El economista afirma que son precisamente sectores como la agricultura, el comercio y los servicios informales los que “generan el grueso del empleo y que son al mismo tiempo los de menor productividad”.
Acevedo afirma que para sacar de ese retraso a la fuerza laboral hay que potenciar la productividad, lo que ocasionaría que “la tasa de crecimiento del Producto Interno Bruto se acelere a ritmos sin precedentes”.
De lo contrario, advierte que esto tendrá consecuencias negativas a mediano plazo.
“No solo la población de trabajadores seguiría siendo pobre, sino que los adultos mayores pasarían a ser muchísimo más pobres que en la actualidad”, precisamente porque no se podría garantizar una pensión adecuada para los que están entrando en el proceso de envejecimiento.
Para Acevedo se debe acelerar el proceso de reasignación de la fuerza de trabajo “desde sectores de baja productividad, como la agricultura, en donde permanece subocupada, hacia sectores de mayor productividad, como la industria y los servicios modernos, tal y como ha sucedido en los países que lograron combinar, a lo largo de décadas, un fuerte crecimiento del empleo con el crecimiento de la productividad”.
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