La demanda de pacientes por trasplantes de órganos ha aumentado favorecida por los avances científicos alcanzados en los últimos veinte años. De igual manera, los países han generado políticas públicas y regulaciones legales para garantizar este procedimiento. Sin embargo, aún es insuficiente la cantidad de donantes versus demanda. A nivel internacional, se estima que el potencial estándar de donantes en un país debería corresponder a tasas entre los treinta y cuarenta donantes por millón de habitantes (pmh). Sin embargo, en Latinoamérica y el Caribe se aproximan a 4.5 donantes (pmh), mientras que en los países del Cono Sur es de siete donantes (pmh). En Estados Unidos se reportan 20.7 donantes (pmh), mientras que en la Unión Europea es de 16.5 (pmh).
Por otro lado, aparece en el escenario mundial el turismo para trasplante, el comercio de órganos y el tráfico de seres humanos. OPS/OMS (2009), la Sociedad de Trasplantes y la Sociedad Internacional de Nefrología (2008) afirman que estas prácticas están creciendo fuertemente. Por lo general, un órgano humano (riñón) es conseguido a través de una compra venta, donde un intermediario ofrece hasta 1,000 dólares, mientras que los receptores, generalmente con mayores recursos, pueden comprarlo al intermediario por una suma de 25,000 dólares o más, generándose amplias ganancias en el proceso.
Experiencias en la India mostraron que de 305 individuos que vendieron su riñón, 71 por ciento estaban por debajo de la línea de pobreza y 96 por ciento fue motivado por el pagar de una deuda. Otras motivaciones fueron, alimentación, renta y gastos médicos, iniciar un negocio, pagar estudios de sus hijos o para el casamiento de sus hijas, esto último, debido a la dote que el padre tiene que aportar a la familia del novio. La cantidad promedio recibida fue de 1,070 dólares. El mismo estudio afirma que las mujeres en relación con los hombres representaron el mayor porcentaje de quienes vendieron un riñón. Sin embargo, es mayor el porcentaje de hombres que reciben un trasplante en comparación con las mujeres.
Desde el punto de vista de la ética, la comercialización de órganos para trasplante socava principios importantes, como la autonomía, debido al condicionamiento existente entre quien necesita un órgano y la persona con necesidades materiales insatisfechas. El principio de solidaridad, ya que se supone que los individuos pertenecientes a una sociedad se encontrarían mutuamente implicados o indisolublemente involucrados en la suerte de cada uno de sus miembros. El principio de responsabilidad, ya que cada miembro de la comunidad sería responsable por el bien de los demás. Por tanto, una fragmentación de estos principios en la sociedad la hace más vulnerable y se refleja en cada uno de sus miembros al obtener menos beneficios o bienes en común.
Por tanto, no es ético ni moralmente tolerable la comercialización de órganos y tejidos humanos. En el escenario de muchos países, en vías de desarrollo, con una clase media creciente, un sistema de salud deficiente, con poca cobertura, con desigualdades, inequidades y la introducción de nuevas tecnologías, no exentas de altos costos, conllevan a que la salud se inserte dentro de procesos de mercantilización, que hacen que la comercialización sea considerada atractiva para un sector y una solución para otros. Los avances tecnológicos plantean un escenario ilimitado, sin embargo, los recursos económicos no lo son, lo cual, transforma a la salud en un bien valioso bajo un sistema de enfoque de mercado. La capacidad económica de los miembros de una sociedad está siendo determinada por el nivel de acceso, tipo y calidad del servicio, lo cual, no necesariamente lo hace justo e igualitario, encontrándose siempre brechas entre quienes tienen más posibilidades de recursos y los que poseen menos recursos, y entre estos, aquellos que se aprovechan para hacer negocio de las necesidades humanas. El autor es médico, doctorado en Salud Pública
Ver en la versión impresa las páginas: 10 A
