Irene López
Últimamente hemos visto, como abundan los invitados especiales en las presentaciones de los Ballet Folclóricos. Son grupos de niños y de jóvenes que vienen siendo formados por otro joven que pertenece a uno de los Ballet profesionales, y que tienen con esta invitación la gran oportunidad de presentarse en el Teatro Nacional Rubén Darío.
Como Ballet invitados, estos presentan de tres a seis coreografías, lo que le permite al ballet anfitrión, reducir los gastos de producción en general, ya que los grupos invitados se encargan de todos sus gastos y además son los que se encargan de vender la mayor parte de la taquilla ya que los familiares, como el colegio al que pertenece el grupo invitado, cumplen con mucho orgullo esta tarea.
El Ballet anfitrión presenta algunas de sus coreografías clásicas que definen su calidad, estilo y perfil, rellenando su puesta en escena con los trabajos de los grupos de sus propios relevos e invitados.
Esta situación va permitiendo que los maestros se vuelvan pasivos, no se están reinventando. Deben renovarse, crear nuevas formas de presentar sus creaciones. No permitan que sus puestas en escena sean atiborradas con bailes de contenido y diseños raros, mezclando ritmos extranjeros con nuestro folclor, cambiando pasos, contribuyendo a la pérdida paulatina de nuestra identidad.
Hay que tomar en cuenta al público, que paga para ver un espectáculo folclórico de calidad y lo que vieron fue, un revoltijo de ritmos, movimientos, zapateos mexicanos saltos y carreras, vestimenta bien cargadas de adornos y colores, mezcla de música de diferentes países y en fin un solo chacuatol, sintiendo que se les dio “Gato por Liebre”. Ojo, ¡maestros de la danza, pongan en escena, sus obras clásicas, con su estilo y calidad interpretativa y por favor reinvéntense.
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