14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

Los animales invisibles

El sol muy fuerte, la carretera como una cazuela en el fuego, un hombre solo con el monito cara blanca, el hombre de sombrero callado fumando, el monito chiquito flaquito triste, el hombre esperando cliente para vender el monito, el monito esperando la muerte.

Carlos Prado

El sol muy fuerte, la carretera como una cazuela en el fuego, un hombre solo con el monito cara blanca, el hombre de sombrero callado fumando, el monito chiquito flaquito triste, el hombre esperando cliente para vender el monito, el monito esperando la muerte.

Estamos en el Kilómetro sesenta y siete carretera norte, después de la cuesta el Coyol, cuando cambia radicalmente el paisaje antes de las playitas. El mercado de animales está a lo largo de tres o cuatros kilómetros.

Se venden loros pintados con agua oxigenada igual que los chocoyos, se supone que los copete amarillos hablan más, cusucos para comer en caldillos, garrobos e iguanas para la Semana Santa, las iguanas con huevos por supuesto. Las tortugas para el pinol. Lo más caros son los monos, las hay caras blancas y los bayos y por supuesto las lapas rojas.

En este mercado de animales hay de todo y todos los días no cierra, siempre está abierto y con buenas ofertas. Como nada es perfecto, el mercado de animales no es la excepción, no da garantía y la mayoría de los animales mueren al poco tiempo de ser vendidos y ni a quién reclamar, los vendedores son muy pobres, los compradores no tanto, la mayoría en carro particular y una buena parte son de Managua o placa extranjera. Hasta carros elegantes placas amarillas se han visto llevarse alegre su lapa roja.

Cuando la venta es buena están felices las pulperías y cantinas del kilómetro sesenta y siete, si pudiéramos calcular cuántas botellas de caballito y de otras aguas ardientes se pagan por un cusuco y no digamos cuántos paquetes de cigarros casinos vale un buen garrobo.

Pero lo más interesante de este lugar es el brujo que vive en el kilómetro sesenta y siete, un hombre gordo barrigón, moreno que siempre anda en camisola y en chinelas, pasado de tragos, este brujo sí que tiene magia cuando él quiere hace que los animales se hagan invisibles y nadie los puede ver, así sea un carpintero, un jornalero, un policía, un sacerdote, un militar, un funcionario público, alguien del Marena.

Esto es tan cierto que cada vendedor de animales le paga al brujo en porcentaje por cada animal que vende y el brujo se compromete a ayudarlo para que no tenga problemas y que la policía, el Marena y el ejército no le quite sus animales, el brujo se los desaparece, no es mentira.

Todos pasan por aquí en la carretera, hasta un alto funcionario que parecía ser Ministro, Viceministro o por lo menos Director importante pasó una vez, se paró hablo con unos de los muchachos, Felipe el que siempre vende monos estuvieron hablando un rato y no le vio el mono en el hombro, claro el brujo se lo había hecho invisible.

Pero eso no es todo, este brujo, se pone a hacer unas enormes fogatas, para hechizar a todo los que miran los animales y que no les interese la depredación de la naturaleza.

Si usted no cree pregúntele a los que pasaron por el kilómetro sesenta y siete entre las Playitas y la cuesta del Coyol, si les importa que se extingan para siempre estos animales.Miran los animales solo cuando el brujo quiere.

Cultura literatura archivo

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí