Sin duda, al doctor Mariano Fiallos Oyanguren, fallecido ayer a los 81 años en su querido León, se le pueden otorgar muchos títulos, todos bien merecidos, desde sus años de estudiante, pasando por sus diez años de rector en la UNAN-León y sobre todo como presidente del Consejo Supremo Electoral y por el papel que jugó en las elecciones de 1990; sin embargo, el pueblo de Nicaragua la hará el mayor honor al otorgarle el título de Ciudadano.
El Ciudadano en una República no es solo aquel que nace dentro de las fronteras de un país, sino que es la piedra angular de un sistema fundado en la división de poderes y que considera a todos los miembros de esa sociedad iguales ante la Ley y esta controla al poder. Ese sistema es imposible de sostener sin una ciudadanía consciente y activa, que es la que puede evitar la tentación del poder absoluto y el establecimiento de una tiranía.
Las elecciones de 1990, cuya organización estuvo presidida por el doctor Mariano Fiallos Oyanguren, fueron sin duda las más complejas de la historia del país, que tras años de una atroz guerra civil y siendo un peón de la Unión Soviética en el sangriento tablero de la mal llamada Guerra Fría, se vio de pronto ante la oportunidad de construir no solo una democracia, sino la paz, y poner los cimientos para el desarrollo de la nación.
El pueblo nicaragüense tuvo la suerte de contar con el doctor Mariano Fiallos Oyanguren en la Presidencia del Consejo Supremo Electoral, y aquellas elecciones que eran las más complejas de nuestra historia son reconocidas por moros y cristianos como las más limpias de nuestra historia también. Hubo miles de observadores electorales independientes y ni un solo señalamiento de irregularidades.
El doctor Fiallos Oyanguren en ese momento era un militante del Frente Sandinista; no obstante tenía claro que antes que sus simpatías políticas estaban el respeto a la voluntad popular y la transparencia. El trabajo de Fiallos Oyanguren no terminó allí. Durante la primera mitad de la década de los noventa se esforzó por hacer del poder electoral una institución profesional e independiente, pero la desgracia de Nicaragua es que tiene pocos ciudadanos y demasiados malos hijos. Estos vieron que un CSE así no serviría para sus mezquinos propósitos y le inocularon de nuevo la partidarización, y con ella la corrupción. Ante aquello Fiallos dio de nuevo ejemplo de entereza ciudadana y prefirió renunciar antes que apañar el atropello.
Cuánta falta hace esa integridad hoy, cuando Nicaragua vive la antítesis de ese ejemplo en muchos ámbitos, no solo en los funcionarios del actual Consejo Electoral que han organizado, no las elecciones más limpias, sino que cuatro fraudes electorales en fila y para quienes las palabras renuncia y dignidad han desaparecido de su vocabulario simplemente porque “la calle está dura”, frase que se ha convertido en la consigna de la desvergüenza total.
El pueblo de Nicaragua no puede pasar por alto el ejemplo de Mariano Fiallos Oyanguren ante la triste realidad que actualmente vive.
Se deben tomar esos los valores de ciudadanía, integridad, transparencia y honradez que demostró el doctor Fiallos cuando Nicaragua más lo necesitó.
Sin embargo, para seguir el ejemplo del doctor Fiallos se necesita valor, convicción y humildad, cualidades que son escasas en esta Nicaragua donde abunda la cobardía, el oportunismo y la soberbia.
Descanse en paz, Ciudadano Mariano Fiallos Oyanguren.