Tatiana Rothschuh
El analista parte de que la migración del área rural a la ciudad desde hace veinte años por acceder a los servicios básicos y al comercio informal, ha aumentado el anillo de miseria y depender de dos rubros de la económica como la ganadería y sus derivados y la agricultura, “cada día nos vuelve dependientes de los que tienen más y limita las posibilidades de empleo”.
“Mientras no diversifiquemos la producción y elevemos los niveles de producción y productividad, si no elevamos los niveles educativos y culturales de la población y procuramos el crecimiento económico personal y familiar, no vamos a salir de la pobreza creando consumistas dependientes del gran capital”, sostiene.[/doap_box]
Mientras la “marimba” de chavalos juguetea con los perros de la casa, la pequeña Saraí, de casi 2 años, aprieta con su manita un puñado de arroz y se lleva a la boca lo que para ella es un delicioso alimento. Pelea con sus hermanitos para que no le “cachen” un granito. Este día no hubo gallo pinto, porque a veces logran conseguir frijoles negros que es el más barato.
Son las dos de la tarde. El fogón está apagado. En una sola cazuela hay rastros de arroz, el único alimento que llevaron a su boca. David Jonathan, el chavalo más desinhibido, confiesa que hacen dos tiempos de comida y cuando “hay rialitos” logran los tres “golpes” al estómago, pero no comen carnes. “Lo que más queremos es que el Gobierno nos ayude”, dice David.
En el periférico barrio Rey Jesús, de Juigalpa, Chontales, un espacio cubierto de plástico negro, abriga a la familia de Martha Patricia Corea y Rosendo Machado. Ellos salen todas las mañanas a buscar el sustento diario, recogiendo botellas plásticas, mientras los nueve adolescentes y menores quedan bajo el cuidado de la mayor de 15 años, Reyna Isabel Galeano Corea. Todos van a la escuela, menos ella.
Esta familia emigró del campo buscando vida en la ciudad, sumándose a más de 200 familias del barrio y logró asentarse en un terreno que colinda con el V Comando Militar del Ejército de Nicaragua, donde afortunadamente los militares les dijeron, como a muchas otras, que podían quedarse.
Reyna Isabel acarrea agua para ganarse “unos bollitos”, dice que sueñan con tener una vivienda y al menos comer los tres tiempos. Señala que ha escuchado que a otros les han dado casas, regalado zinc, pero a “nosotros lo único que nos han dado es la letrina”. No tienen energía eléctrica ni servicio de agua. Dos camas y un canapé acogen el sueño de esta numerosa familia.
Rey Jesús es parte de los barrios que forman el cinturón de pobreza de la cabecera chontaleña, donde hace unos ocho años, los demandantes de vivienda se tomaron el terreno. La extrema pobreza golpea a muchos hogares, donde además de champas de plástico, son notorias las viviendas cerradas en sus costados y techo con zinc, pero también hay buenas construcciones.
Ninfa Romero Alemán, de 44 años, con cinco hijos, pero solo con uno a su cargo, refiere que vivía posando y en el terreno que se ubicó apenas pudo cerrarlo con plástico, “al menos comemos arroz y frijoles, aunque sea poquito hay voy pasándola, la Alcaldía me ha prometido zinc y que me van a dar escritura, yo quiero que me ayuden para mejorar mi casita”.
Señala que sobrevive lavando ropa y cuidando a los niños de una policía y se gana 500 córdobas al mes.
Marlene Jacinta Marín Duarte es otra madre de tres menores que se gana la vida vendiendo ropa usada. Su hijo José Israel, indica que a pesar de que las paredes de su casa son de plástico, la Alcaldía les dio 12 láminas de zinc, pero “queremos la escritura”.
José Ronaldo Ríos Robleto recuerda haber llegado hace seis años, “éramos un anexo de Loma Linda, pero no estábamos contentos hasta tener nuestro barrio Rey Jesús, es un nombre bíblico, el Salvador del Mundo porque confiamos en que nos dará bendición para salir adelante”, afirma.
AYUDA ES INSUFICIENTE
Reconoce que por el arrojo de su mujer se establecieron en el lugar, donde la Alcaldía ya les dio escritura, “aquí nos dieron a 70 familias”, afirma al referir que “aquí vivimos pobres y de riales, en este pueblo hay de todo, carpinteros, albañiles, sastres, policías, del Ejército, enfermeras, maestros, empleadas domésticas hay más de 700 personas. Tenemos luz, calles, no solo nos han dado, hemos puesto dinero de lo que ganamos y nuestra fuerza de trabajo”, asegura.
Aura María Reyna López, de 26 años, una madre soltera con dos hijos y seis años de vivir en el barrio, dice que será beneficiada con el proyecto de construcción de 15 viviendas que impulsa la Alcaldía y el Invur. “Voy a poner 300 dólares en tres cuotas y los ayudantes, tendré una casa de bloque con dos habitaciones y un porche, este era uno de mis sueños y renuncié al empleo de doméstica para que me liquidaran y con eso voy a pagar mi casa”, manifiesta.
La puja por mejorar las condiciones es la lucha diaria de sus habitantes que también reconocen los esfuerzos del gobierno municipal al entregarles títulos de propiedad a parte de sus moradores; construyó tres calles y andenes en las entradas principales, ha entregado zinc, llevó el agua a varias viviendas y el alumbrado público.
Para muchos es insuficiente la inversión del gobierno municipal y coinciden en la necesidad de crear fuentes de empleo.
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