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El ingeniero Raúl Amador Kühl y su señora esposa, doña Thelma Torres de Amador, frente al edificio Escala, diseñado por él. LA PRENSA/ M. VALENZUELA

Su hogar es la construcción más relevante

Siendo apenas un niño que cursaba el cuarto grado de primaria en su natal Matagalpa, su padre Francisco Amador le contó una historia que marcó el rumbo de su vida profesional. Y aunque la escasa oferta universitaria de aquellos años lo empujó hacía otra rama de la profesión que había elegido, los logros acumulados durante sesenta años dedicados a la construcción, hacen que Raúl Amador Kühl agradezca que ese obstáculo lo haya colocado en el camino correcto.

Lucydalia Baca Castellón

Siendo apenas un niño que cursaba el cuarto grado de primaria en su natal Matagalpa, su padre Francisco Amador le contó una historia que marcó el rumbo de su vida profesional. Y aunque la escasa oferta universitaria de aquellos años lo empujó hacía otra rama de la profesión que había elegido, los logros acumulados durante sesenta años dedicados a la construcción, hacen que Raúl Amador Kühl agradezca que ese obstáculo lo haya colocado en el camino correcto.

A tres meses de cumplir 85 años a este experimentado ingeniero civil que tiene en su inventario de construcciones obras relevantes tanto en Nicaragua como en Estados Unidos, el proyecto que más lo enorgullece es la familia que construyó junto a Thelma Isabel Torres, su esposa desde hace 58 años y con quien procreó seis hijos que les han dado 17 nietos y un bisnieto.

Está consciente que aún tiene muchas obras por diseñar y construir, pues ha decido seguir vigente “hasta que envejezca y para eso falta mucho todavía”. Sin embargo, la obra única que le inquieta es poder ver que, a como él lo ha hecho a lo largo de su vida, sus hijos y nietos triunfen, tanto en su vida profesional como familiar.

Y en lo profesional, está seguro que si se respetan las normas de construcción y se sustituyen o refuerzan las construcciones que aún quedan de taquezal y teja, las ciudades del Pacífico podrán seguir resistiendo los movimientos telúricos a los que están constantemente expuestas.

¿Cuál fue esa historia que le contó su papá?

Él me puso el ejemplo de un mecánico que un día de tantos recibió a una persona del pueblo que le pidió ayuda para resolver un problema con una máquina. Después de analizarla, el mecánico sacó de su caja de herramientas un tornillo, lo colocó y el problema quedó resuelto. Pero cuando cobró por el servicio, al dueño le pareció muy caro y le dijo: pero si solo puso un tornillo. Entonces él le contestó: el tornillo es gratis, saber dónde realmente era necesario ponerlo es lo que cuesta y es lo que le estoy cobrando.

Ese cuentecito realmente me inclinó a estudiar Ingeniería Mecánica. Pero en aquel tiempo en Nicaragua no había chance para elegir, la única escuela de ingeniería que había era la de ingeniería civil que era una dependencia de la Universidad Nacional de Nicaragua que tenía su sede en León. Así que después de recibirme de bachiller en 1948 en mi natal Matagalpa, me encaminé hacía esa escuela en Managua donde estudié hasta 1954.

¿Desde que optó por la Ingeniería Mecánica nada interfirió con esa elección?

No. En realidad la mayor parte de mis hermanos estaban relacionados con el café y la ganadería y mi padre y mi abuelo también. Pero mi abuelo de origen alemán Otto Kühl era ingeniero, carpintero, topógrafo, polifacético el hombre, de alguna manera también me inspiró. De manera que desde que mi papá me explicó la diferencia entre todas la profesiones y me contó lo del tornillo ya no cambié de opinión.

¿Qué pasó cuando se graduó? ¿Seguía lamentando la falta de una escuela de Ingeniería Mecánica?

No, cuando salí de la escuela inmediatamente me puse a trabajar. En ese tiempo estaban construyendo el granero nacional y entré a trabajar ahí como topógrafo. Posteriormente entré al departamento de construcciones nacionales que era una dependencia del Ministerio de Fomento, donde se atendían todos los problemas de construcción de escuelas y otros edificios públicos que se necesitaban en el país.

Me asignaron la zona del norte y comencé a construir escuelas, hospitales, centros de salud y todas las construcciones del Gobierno. Entonces, ahí comenzó mi carrera en la construcción.

En estos sesenta años dedicado a la construcción, ¿cuál es su obra más importante?

Principalmente la formación de mi grupo familiar. Que hemos llegado todos paralelamente desarrollando una vida de trabajo, de comunidad familiar que es lo más importante para nosotros y eso es lo que más me ha llenado en estos años.

¿Cuál fue la primer obra que construyó?

La primera que construí directamente no la recuerdo. Pero tuve que ver con la construcción de todas las escuelas urbanas y rurales del norte del país. Las de Matagalpa, Jinotega, Estelí y Nueva Segovia que se construyeron en esa época. Estuve trabajando en esa dependencia como dos años, pero antes, en 1956 me había casado con Thelma Isabel Torres.

Y después de dos años de trabajo en esa institución decidimos irnos a Estados Unidos, específicamente a San Francisco, California donde tomé clases de ingeniería estructural durante un año completo. Mientras yo estudiaba mi esposa trabajaba. Cuando me gradué comencé a trabajar en el departamento estructural de Skidmore Owings & Merrill que era una de las empresas más grandes de arquitectura en ese momento. Éramos como 35 ingenieros estructurales y durante los cuatro años y medio que trabajé ahí participé en la construcción de proyectos relevantes en San Francisco, California, entre ellos el edificio John Hancock de 14 pisos, el parqueo Walker Center también de 14 pisos, el colegio Divinidad, la base del Ejército Subic Bay en Filipinas y muchos otros proyectos industriales, residenciales y de servicio público.

¿Cuándo regresa a Nicaragua?

Decidí regresar a Nicaragua en 1961. Ya habían nacido dos de mis seis hijos y el tercero venía en camino. Al regresar volví a mi antiguo puesto en construcciones nacionales, siempre asignado a la zona norte y haciendo escuelas, institutos y centros de salud. Ahí comencé uno de los proyectos que más quería hacer, que era el edificio del Instituto Nacional Eliseo Picado de Matagalpa, que años antes cuando yo estudiaba ahí se llamaba Instituto Nacional del Norte que fue donde me bachilleré.

Pero al regresar encontré que le habían cambiado el nombre para ponerle el de un profesor que incluso me dio clase a mí en quinto grado, que se llamaba Eliseo Picado. Entonces tuve la oportunidad de hacer los planos estructurales y la construcción de ese instituto y esa fue una de las obras que más me entusiasmó en ese momento, porque era la continuidad de la escuela donde yo me eduqué durante muchos años.

Posteriormente, en Matagalpa también diseñé y construí para las monjitas los edificios del Colegio San José y también los del Colegio Santa Teresita. Mientras que aquí en Managua participé en el estudio que hicieron los ingenieros que vinieron de Estados Unidos después del terremoto de 1972. Luego preparamos y entregamos un reporte técnico sobre los daños y presentamos recomendaciones. Participé también en la construcción del teatro Rubén Darío, donde fui inspector de la construcción.

¿Qué lo hace salir nuevamente del país?

Después del terremoto de 1972 seguí trabajando en construcciones nacionales como cuatro o cinco años. Pero un día de tantos tuve que salir de esa dependencia y me dediqué a la construcción privada de casas y proyectos residenciales, tenía una pequeña empresa de construcción a la que seguí dedicado hasta 1982 cuando tuvimos que irnos porque tenía a mis hijos muy pequeños, el menor tenía como 11 años y el mayor como 18. Entonces en 1982 me fui a Nueva Orleans, donde estuve hasta 1995 cuando me retiré.

¿Qué construcciones recuerda de la época?

Entre los proyectos más relevantes en los que participé en ese período está la construcción del edificio de nueve pisos de la facultad de ingeniería de la universidad de Nueva Orleans, la cárcel Tangipahoa Parish en Louisiana, un parqueo de cinco pisos y el pasillo C del aeropuerto internacional de Nueva Orleans, el Hospital Bautista y varios proyectos residenciales e industriales.

¿Qué lo trae de regreso a Nicaragua?

Después que me retiré en 1995 pasé un par de años que no sabía qué hacer. Nos movimos a Florida y construimos una casa pensando que nos íbamos a quedar ahí para siempre. Pero en ese lapso nuestros hijos se habían estado graduando y a excepción de la única mujer que vive en Florida, los cinco varones, Raúl, Jorge, Marco Antonio, Carlos José y Óscar tenían la inquietud de volver. Veníamos con tanta frecuencia que un día de tantos en 1998 decidimos regresar definitivamente.

Como ya todos mis hijos tenían sus planes comenzamos a construir. Diseñé y construí los edificios de Invercasa para mi hijo Raúl, primero el pequeño, luego el más grande de siete pisos y últimamente el nuevo de cinco pisos. Paralelamente con Carlos, Marco y Óscar construimos los edificios Discover. Ahorita tenemos tres edificios en Invercasa, tres con el grupo Discovery, el edificio Escala que está en construcción y el edificio de la cooperación Suiza (Cosude), que también es diseñado y construido por nosotros. Desde mi regreso a Nicaragua siempre he trabajado con mis hijos, aunque de los seis el único ingeniero es Marco Antonio que es ingeniero eléctrico, pero se dedica más al desarrollo de edificios, aunque estuvo trabajando en la construcción de las torres para generación de energía eólica.

¿Qué le queda por hacer?

Lo único que me queda es ver los resultados de todo este trabajo que he hecho tanto en la profesión como en la vida familiar. Ver a mis hijos y a mis nietos realizados es lo que más nos llena, digo nos llena porque incluyo a mi señora porque ella ha sido parte de mi vida siempre y ahora lo que nos llena es precisamente ver el fruto de tantos años de trabajo ver como la familia crece cada día más.

¿Y en lo profesional no le queda ninguna obra pendiente?

Físicamente creo que todo lo he conseguido, no tengo nada especialmente que me falte, lo único es ver a mis hijos y a mis nietos cosechando éxitos en sus estudios y en sus trabajos y en toda su vida. Y en cuanto al retiro, me han preguntado muchas veces cuándo me voy a retirar, tengo 84 años y en septiembre cumplo 85, entonces yo contesto que me voy a retirar cuándo sea viejo y me falta mucho para llegar a viejo.

Edificio Invercasa III que fue terminado en enero del 2014, su más reciente obra concluida. LA PRENSA/ CORTESÍA

Economía entrevista Raúl Amador Kühl archivo

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COMENTARIOS

  1. JDCL
    Hace 10 años

    Dicen los Americanos:Algunos matrimonios son hechos en el cielo….
    Tambien dicen:Matrimonios hechos en las rocas. Y en Nicaragua….. otros son hechos en el infierno.

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