Luis Eduardo Martínez M.
[email protected]
Arroz con unos trozos de papa es el alimento que en un día caluroso pudo obtener la familia Tórrez, allá en Monte Grande, una de las 44 comunidades del municipio de Terrabona, Matagalpa, donde la falta de comida empieza a ser sentida en la mayoría de los hogares.
“Es que las otras cosas están demasiado caras y aquí no hay trabajo para nada”, explica Adelia Tórrez Orozco, la dueña de la pequeña casa con paredes de lodo en la que vive con su hijo, la esposa de este y dos niñas.
Baltasar Tórrez Leiva, el marido de Adelia, lleva días en la ciudad de León, ofreciendo ajo, chía y linaza, productos que adquiere “fiados” de un mayorista para luego revender por las calles de la calurosa ciudad universitaria. De vez en cuando envía entre 200 y 300 córdobas para que su familia compre comida en Monte Grande.
“Aquí estamos por la voluntad del ‘Jefe de arriba’ porque nos toca aguantar, comer salteado”, dice Joel, hijo de los Tórrez, indicando que “a veces solo ajustamos para darle algo a las niñas y así estamos, fregados”.
Adelia interrumpe diciendo: “es que para los frijoles ya no ajustamos, si vale 24 pesos (córdobas, por libra) y la papa a veces sube, se pone carísima, entonces compramos guineos (verdes) para comer con el arroz. Ya ni tortillas, porque el maíz está caro, más lo que vale la molida, entonces mejor compramos unos guineítos”.
Esa no fue siempre la realidad de esta familia que históricamente ha cultivado granos básicos en una manzana y media de tierras que les facilita el abuelo paterno de Joel. Pero las reservas que dejan siempre para el autoconsumo, ya se agotaron.
PÉSIMA COSECHA
“Siempre hemos trabajado ese terrenito y sembramos en primera y postrera (subciclos productivos), a veces nos va bien, a veces no”, cuenta Joel, señalando que en el subciclo de postrera del año 2013, sembró un quintal de semilla de frijol, pero por la incidencia de diferentes plagas, solo pudo cosechar la misma cantidad sembrada.
“Se nos perdieron los frijoles porque había plagas y los insumos (para combatirlas) ya uno no tiene recursos para comprarlos y buscamos trabajar con otros (vecinos) y cuando ya se quiere comprar el veneno, ya las plagas han acabado con la siembra”, dice el muchacho.
Adelia interrumpe indicando que “ese quintalito de frijol que se sacó, hace tiempo que lo comimos y ahora toca comprar la librita una vez por allá”.
Las mismas dificultades pasan en más del 63% de los 254 hogares en Monte Grande, los cuales están en pobreza extrema, según el documento Terrabona en Cifras, publicado por el Instituto Nacional de Información de Desarrollo (Inide).
LA ÚLTIMA VEZ QUE LLOVIÓ
La última vez que llovió, pero “nada recio” fue el 16 de junio en la comunidad El Arado, dice por su parte José Daniel Soza López, quien tenía preparadas seis manzanas de tierra para sembrar cuatro de frijol y dos de maíz en esa comunidad.
Soza refiere que ahí, quienes se arriesgaron a sembrar, “perdieron la semilla porque no llovió, otros nos detuvimos porque no conseguimos semilla, está muy cara y los insumos también han subido demasiado. Ahí puede ver, las tierras están listas, pero ya no vamos a sembrar. Nos toca esperar a ver qué tal la postrera”.
Terrabona es uno de los municipios más pobres del país y cerca del 75% de sus habitantes vive de la agricultura, principalmente de los cultivos de granos básicos para el autoconsumo. Asimismo, la mayoría de la población vive en condiciones de pobreza, refiere el exalcalde liberal, Jairo Mendoza.
Algunos productores con mayores posibilidades económicas, como en el caso de Julio César Espinoza Soza, en la comunidad Los Calpules, han logrado establecer por cuenta propia los sistemas de riego y se atrevieron a sembrar granos básicos y han establecido pequeñas parcelas con hortalizas, principalmente tomate y cebolla en menor escala.
Sin embargo, el pozo tiene poca agua y Espinoza solo puede regar durante media hora, lo que es insuficiente para los cultivos. Por eso, las plantas de frijol lucen “quemadas” y han sido afectadas también por mosca blanca; mientras que la milpa está siendo devorada por una plaga de gusanos cogolleros.
Ver en la versión impresa las páginas: 1 A ,4 A