Ha habido épocas en las que Rivas ha estructurado line ups con bateadores de poder como José Ramón Ocampo, Juan Cabrera o Ramón Padilla, y otras, en las que no ha tenido ninguno, como ahora.
Etapas en las que ha contado con rotaciones fuertes con Adolfo Álvarez, Leoncio Martínez y Eloy Morales, y otras en las que dependía de Martín Bojorge, y uno que otro joven en construcción.
Pero lo que nunca falta en Rivas han sido agallas en sus equipos. Desde siempre, los clubes sureños han sido muy combativos ,y el de este año ha enseñado su dentadura cuando se lo han exigido.
Este plantel de Bobby Espino no tiene bateadores de poder. De hecho, nadie llegó a seis tablazos. Pero saben correr las bases, tocan bien la bola, defienden con precisión y su picheo responde.
Yeltsin Solís emergió este año como su figura ofensiva y junto con el veterano Edgard López y Víctor Duarte forman el corazón del ataque, reforzado ahora con la llegada de Jilton Calderón.
Lo mejor es su picheo. El regreso de Carlos Estrella le dio profundidad a un staff y junto con Mainor Mora y Erasmo Reyes forman una tripleta confiable, más Douglas Solís, un tirador en crecimiento.
De los relevos se encargan Jonathan Sequeira y Aurelio Barillas, más Marlon Altamirano, quien dio más fortaleza al bullpen, después de haber aportado mucho en su papel de abridor.
Lo que viene (semifinal) no es fácil para Rivas, pero lo mismo se pensó al inicio de la liga. Quedaron eliminados diez y Rivas sobrevivió. Ahora se elimina a cuatro más, y los sureños están ahí.
Sin embargo, ahora ha llegado su reto más grande, ir tras un título que no obtiene desde 1982, cuando a Álvarez le zumbaba la recta y Juan Cabrera sembraba pánico con el bate en sus manos.
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