En varios periódicos del mundo la comisión de gazapos todavía tiene vivero que en ocasiones provoca o aclara polémicas, rectificaciones. Al respecto quiero referirme a un caso muy particular en Nicaragua que llegó a los tribunales de justicia.
Quede como crédito y beneficio que el volumen de noticias y reportajes en medios escritos de mucha circulación era el gazaposante, provocando los hechos señalados anteriormente. Dejo por aparte la malicia y el humor de algún redactor que le da pase al gazapo sin tener en cuenta sus resultados.
En ocasión del atentado a balazos en contra del general Anastasio Somoza García en la Casa del Obrero de la ciudad de León, en horas de la noche del 21 de septiembre de 1956, son variadas y documentadas las historias que nacieron en ese momento inolvidable, doloroso y con una carga de venganza de la familia Somoza y su Guardia Nacional.
Somoza García, en horas de la tarde de ese día fue proclamado candidato presidencial en reelección continua, por la convención liberal que el mismo Somoza manejaba a su gusto y antojo. Y lo que sigue que fue publicado en parte, es hoy y para las nuevas generaciones suma de los hechos que los pude conocer personalmente días después, cuando fui a León con mi esposa a visitar familiares que vivían cerca de la casa de mi amigo Rigoberto López Pérez. Y dos amigas de mi estimación me narraron los ultrajes que sufrieron en la plaza frente a Catedral, todas las personas que asistieron al baile obsequiado a Somoza García después de su proclamación reeleccionaria.
López Pérez, periodista experto en mecanografía y taquigrafía, cubría noticias para los periódicos leoneses El Centroamericano y El Cronista. Rigoberto hizo amistad conmigo con mucha estimación y respeto de reciprocidad conocida y con otros compañeros universitarios vecinos de la casa donde vivíamos, muy cerca de la antigua funeraria Guevara Liudo. López Pérez era muy estudioso de la historia universal, tenía mucho dominio sobre la Segunda Guerra Mundial y de la vida de Sandino. Él estuvo muy enamorado de una joven muy guapa de apellido Zelaya Castro.
Asimismo, mucho quiso y apreció Rigoberto López Pérez a su profesor, don Octavio Quintana González, a quien le dedicó sentido artículo que mereció de una revista de los Estados Unidos estimar a su autor, destacado idealista, quien tuvo una actuación instigado por un delirio de grandeza consagratoria a base de su sacrificio personal. En la dedicatoria a su maestro Quintana le describe: usted es un poeta, un buen maestro, y como poeta es una Iglesia, un laberinto, pero más que ambas cosas es un hombre para mi maestro la poesía no es rosa, ni estrella, ni canto, es la vida o la voz de un campanario o la nota perdida de un vetusto órgano. Maestro, la inmortalidad es la fusión de la vida y la muerte en forma gloriosa. De aquí y lo proclamo que la mejor poesía es la patriótica. La que evoca al héroe que se sintió digno de su patria al dar vida por ella
Y ahora pasemos a lo del gazapo que fue objeto de charlas políticas, burlas con el detalle final que los miles de mensajes enviados a Novedades con notas de duelo por la muerte de Somoza.
A fines de septiembre del 56 se descubrió por un periodista muy talentoso y sagaz llamado Adán Selva, quien publicó en su periódico El Gran Diario un poema dedicado a Somoza García titulado Un canto a Somoza , que en verdad fue un canto a Rigoberto López. Paso todo esto como un recuerdo a Rigoberto, sincero amigo, hombre generoso y muy valiente.
He aquí el poema aludido, Mi canto a Somoza, por José Santos Reyes:
Reposa ya, reposa gran soldado,/ Insigne paladín y caballero;/
Gloria de América, triunfal y austero/Orfebre de tu suelo bien amado/ Base y cimiento fue tu denodado/Esfuerzo, alto, patriótico y sincero/ Reservado a tu don de caballero/ Temerario en una alma de soldado/ Ora descansa ya, mientras te dejo/ Lacerado el espíritu, ¡Oh amigo!/ Oh noble hidalgo, tú no existes/ Para tu gloria inmarcesible y gracia/ Ejemplo y claro honor pro democracia/ Soberbio paladín, eso tú fuiste!
La historia es apasionante y debe escribirse como una conjugación de verdades. El autor es miembro de la Academia de Juristas y Ciencias Políticas de Nicaragua.
Ver en la versión impresa las páginas: 10 A