Hoy cumple 100 años el Canal de Panamá, el cual es calificado como una obra épica de ingeniería que figura al lado de las más grandes construcciones de la historia.
Más de 56 mil personas de muchas partes del mundo participaron en la construcción de esa obra maestra de la ingeniería mundial. Aparte de los miles que murieron en el período francés de construcción del Canal, en la etapa norteamericana murieron 5,600 trabajadores por causa de enfermedades y accidentes diversos.
Por el Canal de Panamá pasan cada año unos 14,000 barcos que cargan y descargan mercancías en por lo menos 1,700 puertos de 160 países del planeta, generando una enorme riqueza. Pero Panamá solo recibió 10 millones de dólares, al cambio de la época, por la concesión canalera impuesta por Estados Unidos. En el período de 1914 a 1999, cuando el Canal era administrado por Estados Unidos, Panamá obtenía una renta anual de apenas 250,000 dólares. Eso es lo que establecía el oneroso tratado canalero, el cual fue revocado en 1977 después de muchas y cruentas luchas nacionalistas del pueblo panameño.
Ahora, desde 1999 cuando la administración del Canal pasó a manos de Panamá, este país ha obtenido unos 10,000 millones de dólares (más o menos 667 millones cada año) por ingresos de las operaciones canaleras. Y gracias a la ampliación del Canal que estará lista el próximo año, para 2025 Panamá estará obteniendo unos 6,000 millones de dólares anuales, según estiman las autoridades panameñas.
Este, el de Panamá, es el Canal real. El Canal ideal es el que se pretende construir en Nicaragua. Sus promotores y propagandistas aseguran que la construcción del Canal impulsará poderosamente el crecimiento económico y desarrollo de Nicaragua. Dicen que no importa que la concesión canalera sea onerosa y humillante, pues solo así se puede atraer grandes inversiones extranjeras. Y además alegan que son más importantes los beneficios que obtendrá el país por los efectos indirectos de la construcción y posterior operación del Gran Canal.
Paúl Oquist, secretario de políticas públicas de Daniel Ortega, aseguró campante en junio del año pasado que gracias al proyecto canalero ya en 2014 el PIB del país crecería 10.8 por ciento; y que el próximo año el crecimiento económico nacional llegará al 15 por ciento.
Esta ridícula exaltación canalera del mencionado funcionario orteguista ha sido desmentida, aunque tarde, por el asesor económico de Daniel Ortega, Bayardo Arce, quien el 30 de julio recién pasado reconoció públicamente que el Canal sigue siendo “una añoranza”, que no es una realidad.
Los críticos del proyecto canalero, incluyendo ambientalistas serios y respetables entre ellos el más connotado científico de Nicaragua, doctor Jaime Incer, aseguran que para construir el Canal tendrían que arruinar integralmente el medioambiente, particularmente el Gran Lago que es la más importante y quizás la única reserva de agua potable del país. Por su parte especialistas económicos consideran que el Canal es inviable financieramente. O sea que solo sería factible si fuese un proyecto estratégico, abierto o solapado, de China comunista.
De cualquier manera, habrá que ver los estudios de factibilidad ambiental, técnica y financiera. Mientras tanto el Canal de Nicaragua sigue siendo una añoranza.
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