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Una joven sostiene un cartel con la leyenda “Un judio con una árabe, sin problemas” a la orilla de un cerco policial israelí en Rishon Lezion, Israel. LAPRENSA/EFE/EPA/JIM HOLLANDER

Israelíes y palestinos se enfrentan también mediante el boicot

Las ventas de productos locales nunca habían sido tan altas en la Cisjordania ocupada, donde los productos israelíes se acumulan en las estanterías de las tiendas.

Shatha Yaish y Majeda El-Batsh

Haifa-Ramala/AFP

Israelíes y palestinos se enfrentan con bombas y cohetes en la Franja de Gaza; pero en Cisjordania e Israel ambos bandos combaten con otra arma: el boicot.

Las ventas de productos locales nunca habían sido tan altas en la Cisjordania ocupada, donde los productos israelíes se acumulan en las estanterías de las tiendas.

En Israel la situación es la contraria: las tiendas árabes están desiertas incluso en sabbat, día festivo para los judíos durante el que los árabes-israelíes consiguen el grueso de sus ingresos.

La campaña BDS, en referencia a “boicot, desinversión, sanciones”, fue lanzada en el extranjero hace varios años, pero no había llegado hasta hace poco a los Territorios Palestinos.

Con la guerra en Gaza, que dejó casi 2,000 muertos palestinos, cambió la situación, cuenta uno de los miembros fundadores del movimiento en los Territorios, Omar Barghuti. El boicot popular es “casi inédito”, dice.  Para movilizar a los palestinos se emiten anuncios por televisión, se lanzan llamamientos en las redes sociales y en las tiendas de Cisjordania, y varios activistas han recorrido los establecimientos cubriendo los productos israelíes con pegatinas que rezan “Boicot a Israel” o “Para su información: al comprar este producto, entrega un 16% de su precio al Ejército israelí”.

La leche palestina recupera cuota de mercado

Boicotear los productos israelíes también es una forma de apoyar la economía palestina, ahogada por las restricciones impuestas por el Estado hebreo, apunta Riad Hamed. “Debemos sensibilizar a la gente de los daños que provocan a la economía palestina al comprar productos israelíes: desempleo elevado y economía devastada”, explica.

El boicot a Israel ya se nota en las empresas palestinas, como Pinar, una fábrica lechera de Ramala que ha tenido que reforzar sus equipos y poner a trabajar a sus empleados de sol a sol para hacer frente a la demanda.

Su director, Muntaser Bedarna, asegura haber aumentado la producción entre “30 y 40%”, y señala que, junto a otros productores lecheros palestinos abarca actualmente del “60 al 65% del mercado de la leche en Cisjordania y Gaza, cuando antes del boicot era Israel el que controlaba el 60%”.

Avi Nudelman, exjefe de la Cámara de Comercio israelo-palestina, considera que este boicot no tendrá un gran efecto en la economía israelí. “Esto me recuerda a los llamamientos al boicot durante la primera Intifada. La idea es muy romántica, pero llevará mucho tiempo”, asegura.

“El mercado palestino es una parte muy pequeña del mercado para Israel”, apunta.

Según la oficina israelí de estadísticas, las exportaciones hacia la Autoridad Palestina representaron un poco más del 6% del volumen total de 12,900 millones de dólares en el primer trimestre.

Bandera israelí en los taxis

El otro bando no permanece inmóvil. El ministro israelí de Asuntos Exteriores, Avigdor Lieberman, multiplicó las declaraciones beligerantes y exhortó a sus compatriotas a boicotear las tiendas árabes.

En el mercado árabe de Haifa, en la costa mediterránea, el llamamiento de Lieberman parece haber sido escuchado. William Rahil, propietario del restaurante Mama Pita, dice haber perdido “el 100%” de su clientela judía.  Un poco más lejos, Fawzi Hanadi cuenta en una de las muchas mesas vacías de su café que perdió un “50% de los clientes” desde el inicio de la guerra.

El boicot israelí también es patente en los taxis, que enarbolan banderas israelíes para señalar a los clientes que si montan en sus vehículos, no están dando su dinero a un conductor árabe.

Para Basel Ghatas, diputado árabe en el Parlamento israelí, este boicot es una ocasión para reflexionar sobre el peso económico que suponen los 1,4 millones de árabes israelíes en el conjunto de 8 millones de personas que viven en Israel.

Los descendientes de palestinos que permanecieron en sus tierras tras la creación de Israel, en 1948, representan alrededor del 20% de la población y gastan “cada año 14 millones de dólares”, dice Ghatas.

“Nos toca pensar en formas de transformar la crisis creada por el boicot en una oportunidad para relanzar la economía árabe”, apunta.

Internacionales boicot Israel Palestina archivo

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