JOAQUÍN ABSALÓN PASTORA
Poeta y periodista, Marta Leonor González, midió —ajena al retoricismo que busca las estrellas— con los pies puestos sobre la tierra, la distancia entre esas dos esferas en el Instituto Nicaragüense de Cultura Hispánica en El autor y su obra, razón por la cual dominó la obra poética, la confesión franca —sin hipocresías— de su vida.
“Cumiche”, según Francisco de Asís Fernández en el orden cronológico de la edad de las invitadas a la silla de la revelación, compartió con Blanca Castellón la extroversión hasta la confidencialidad al no dejar vacíos en el panorama de la vida en el que se pintan escenas de tantos colores, luminosos y sombríos.
Más que la existencia debía encenderse en el espíritu, el ansia de penetrar en la cruda denuncia de su poesía, matizada esta vez en dos poemas por los perseverantes entusiasmos de Ofilio Picón, creativo en la inclinación de convertir a la guitarra en aliada de la estrofa, lo cual puso a la noche en la “doble vía” de la comunicación oral y musical, no quedando los ojos exentos de leer el mensaje en atavío con las perspectivas que puso el vídeo.
La guitarra además de sonar en el lugar del odio viajó al puerto, sintió al mar en “el barco del poeta” en travesías numeradas siendo la cuarta donde Picón ancló con su aporte con la agitación en los dedos, reproductores rítmicos y armónicos “del sueño de una niña”, imágenes dotadas de una particularidad que solamente las tiene la autora tan sincera para hablar de la infancia, de la familia, del entorno donde nació y creció, de la sociedad cuya pared moral pierde fortaleza.
Canto para las múltiples facetas del destino expuestas como mujer en defensa de las mujeres maltratadas por el odio irracional.
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