Tras la conquista de su quinto título mundial, derrotando el domingo en Madrid a Serbia por 37 puntos (129-92), la selección Estados Unidos, formada por jugadores de la NBA, volvió a demostrar que, en basquet, es un planeta diferente al resto del mundo.
Desde que perdió la semifinal del Mundial de Japón-2006 contra Grecia, Estados Unidos no ha vuelto a perder un partido, encadenando dos oros olímpicos (Pekín-2008 y Londres-2012) y dos títulos mundiales (Turquía-2010 y España-2014), mostrando una superioridad sobre el resto abismal.
Buena parte del mérito de este oro corresponde a Mike Krzyzewski. Este técnico universitario llegó a la selección a finales de 2005 con el objetivo de devolver a Estados Unidos al primer puesto del baloncesto mundial, tras los fracasos en el Mundial de Indianápolis-2002 y los Juegos de Atenas-2004.
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Solo se le había acercado España, en las dos finales olímpicas, pero en “su” Mundial, el equipo español demostró que quizá la generación más talentosa de su historia haya tocado techo y que no puede ir a más.
Más allá de la exhibición en la final, los estadounidenses demostraron durante todo el torneo que no tiene rival. Se paseó en la primera fase, ganando por una media de 33 puntos de diferencia y anotando 102 por partido a sus rivales en Bilbao: Finlandia, Turquía, Nueva Zelanda, República Dominicana y Ucrania.
Se suponía que con la llegada de los cruces, al enfrentarse a rivales de mayor nivel, el Team USA podría encontrar mayores dificultades, pero lejos de eso, los estadounidenses fueron a más, aumentando su anotación a 107.5 puntos por partido y manteniendo los 33 puntos de diferencia de media.
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