En Nicaragua las reuniones mundiales sobre el cambio climático ya no convencen, ni siquiera la Cumbre del Clima 2014 que se realizará el 23 de septiembre en New York, ante el llamado urgente del secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-Moon.
Las organizaciones ambientalistas no creen que la Cumbre sea un golpe de timón para la emisión de los gases de efecto invernadero, cuya excesiva presencia en la atmósfera (396 partes por millón, en el caso del dióxido de carbono) ha calentado el planeta al punto de provocar el cambio climático de la actualidad.
“Es un evento político importante, porque van a estar 120 jefes de Estado, pero lo que necesitamos son mecanismos que brinden resultados”, dijo a Acan-Efe la oficial de Cambio Climático del Centro Humboldt y de Sufwatch Latinoamérica, Tania Guillén.
Según las Naciones Unidas, la Cumbre de New York “diferirá de las anteriores en que su objetivo es fomentar la acción por parte de los gobiernos, las empresas, las instituciones financieras, la industria y la sociedad civil, mediante compromisos nuevos y contribuciones a la Cumbre que sean relevantes, ampliables y exportables, cuyo objetivo sea ayudar a cambiar el rumbo del planeta hacia una economía baja en carbono”.
De hecho, Ban Ki-moon espera que esta no sea una reunión sin trascendencia, pues él mismo “comprometió” personalmente a varios presidentes del mundo para que viajaran a New York, entre ellos al nicaragüense Daniel Ortega.
Aún así, el escepticismo no cambia en las organizaciones no gubernamentales dedicadas al cambio climático en Nicaragua.
“No va a ocurrir nada extraordinario”, afirmó a Acan-Efe el presidente de la Mesa Nacional para la Gestión del Riesgo (MNGR), Denis Meléndez.
La desconfianza, sin embargo no está en los jefes de Estado, sino en las experiencias previas.
Por un lado, nace del incumplimiento del Protocolo de Kioto, un compromiso mundial para reducir las emisiones de carbono por debajo del 5 % respecto a 1990, cuando estaban en 350 partes por millón, y, por otra parte, de la falta de obligación para que las acuerdos se cumplan.
“Todo esto, la Cumbre de New York y la COP 20 de Lima, es una preparación para lo que se supone estará pasando en la COP 21 de París”, resaltó Meléndez.
En diciembre de 2015 los países deberán decidir si el Protocolo de Kioto queda anulado de forma definitiva, se revalida como está, lo renuevan con cambios, o se sustituye.
Pero la clave, más allá de las firmas, está en que los acuerdos se conviertan en mandatos legalmente vinculantes, según los ambientalistas nicaragüenses.
“El único concepto válido para que algo cambie es “legalmente vinculante”, esto significa que cada uno de los países va a estar en la obligación de adoptar lo que ahí se acuerde”, insistió el presidente de la MNGR.
Tanto jefes de Estado como ambientalistas saben que el tiempo se agota.
Los niveles de concentración del dióxido de carbono alcanzó las 396 partes por millón en 2013, según la Organización Meteorológica Mundial.
Ahora queda poco margen para alcanzar el umbral simbólico de las 400 partes por millón, que marcan el punto crítico de sobrecalentamiento excesivo, según las advertencias de las Naciones Unidas.
El calentamiento global se traduce en huracanes, inundaciones, sequías, plagas y otros desastres, que se multiplicarán si las cumbres no se traducen en acuerdos legalmente vinculantes que obliguen a los responsables a pagar por los daños, según los ambientalistas de Nicaragua.