El estruendo causado por la pala mecánica inundaba el ambiente. La máquina levantaba las vigas de hierro y destruía lo poco que queda de las paredes del que fue el Hospital Fernando Vélez Paiz para terminar con la demolición en un plazo de quince días, según dijo uno de los trabajadores de la obra que pidió omitir su nombre.
La nube de polvo blanco, como el color que alguna vez hubo en las paredes del centro hospitalario provocaba tos en las personas que esperaban ruta en la parada cercana al sitio, pero según Nohemí Sánchez, que palmea tortillas a unos cuantos metros de donde derriban el antiguo centro hospitalario, a ella no le llega el polvo hasta ahí.
“Hay como diez o quince trabajadores y ya tienen como 15 días con la máquina adentro y solo con eso lo han hecho (la demolición)”, contó Sánchez.
VENDEDORES RETIRADOS
Doña Nohemí tiene suerte de seguir en su pequeño puesto de venta, pero no pasó lo mismo con los vendedores más cercanos a la zona de seguridad de las ruinas del hospital, “a los de la orilla los quitaron para evitar que una pared les cayera encima, no sabemos a dónde los mandaron, pero les pidieron que se apartaran mientras demolían”, comentó Sánchez.
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