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Silvio Avilez Gallo

La misión del periodismo

 Los seres humanos se caracterizan y distinguen, entre otras cosas, por organizarse a fin de realizar mejor diversas actividades que les permitan colmar sus aspiraciones y poner los conocimientos adquiridos al servicio de sus conciudadanos. El complejo proceso de crecimiento y desarrollo físico e intelectual pasa por muchas etapas, en las cuales la persona va adquiriendo no solo herramientas sino sobre todo experiencias y destrezas enriquecedoras para su plena realización como ser eminentemente social.

Entre las múltiples profesiones que representan otras tantas opciones para su polifacética personalidad, hay dos que sobresalen por la trascendencia que tienen en la sociedad: el magisterio y el periodismo. Ambos suponen —como en toda profesión— una vocación, un verdadero apostolado, porque tienen una doble e importantísima misión que cumplir: 1) la difusión del conocimiento adquirido en sus múltiples elementos constitutivos (misión informativa) y, sobre todo, 2) la formación de espíritus y personalidades para la plena realización del ser humano mediante el vaciado de principios y valores no solo educativos y científicos sino también éticos y morales (misión docente), a fin que el individuo pueda ser un elemento útil a la sociedad a la que pertenece.

Docencia y periodismo comparten, entonces, una doble responsabilidad porque ambos influyen de manera decisiva en la formación trascendente de la persona. De ahí que el maestro y el periodista deban prepararse, mediante el estudio, para la misión que les corresponde realizar. Pero el periodista quizá tenga un mayor grado de responsabilidad social que el docente, porque contribuye a difundir, por medios escritos, radiales o televisivos, la realidad cotidiana del entorno en que se desenvuelve e influye de paso en la manera como sus lectores u oyentes perciben algo que desconocen. La tecnología moderna incrementa y multiplica el alcance y la facilidad de la comunicación ahora a nivel planetario.

En un Estado de derecho, la libertad de expresión y particularmente la libertad de prensa, junto con otras libertades y garantías ciudadanas, constituyen la esencia de un sistema democrático. Por ello, todos los regímenes autoritarios, totalitarios o dictatoriales lo primero que hacen es suprimir una prensa libre, al igual que proscriben los partidos políticos y los reemplazan por el partido único, que representa la antítesis del pluralismo. La existencia de una prensa independiente es incompatible con todo lo que implica el concepto de libertad.

Hasta no hace mucho, cualquier persona podía dedicarse al periodismo sin tener necesariamente la preparación idónea ni los conocimientos adecuados o necesarios y ejercía esta profesión de manera empírica. Pero debido a la delicada y especialísima misión que debe cumplir en la sociedad, el Estado dispuso que el futuro periodista debía pasar por un proceso formativo en un centro de estudios superiores, a fin de adquirir las herramientas que le permitieran ejercer su profesión con eficiencia y responsabilidad. De ahí que actualmente los periodistas se preparan como cualquiera otra persona que aspire a tener una carrera y egresan de las universidades después de cumplir con un ciclo formativo y un plan de estudios específico. Pero el egreso de la universidad no significa necesariamente que la persona que obtiene un diploma con el título de periodista pueda ejercer su profesión como mejor le plazca o convenga a sus intereses.

Vista la importante misión que debe cumplir el periodista, es preciso que este llene ciertos requisitos para estar en medida de alcanzar el objetivo para el que se preparó durante varios años. El primero de estos requisitos es su compromiso frontal y absoluto con la verdad, porque esta es la piedra angular sobre la que descansa toda su formación académica y moral. La veracidad de la información difundida es una condición sine qua non. El periodista y la información que publica serán creíbles en la medida en que se ajusten a la verdad objetiva. Pero también se precisa que la verdad sea presentada no solo de manera imparcial, sino también en todo su contexto, sin ocultar elementos que dan al hecho difundido su verdadera dimensión. Una noticia verdadera en sí no puede ser fragmentaria, porque el conocimiento de solo una parte de la información puede influir negativamente en el destinatario de la noticia, al ocultarle elementos que la complementan y le dan su verdadero significado. La verdad objetiva y completa es la que permite al oyente o lector formarse su propio criterio respecto de un hecho concreto.

La misión del periodista radica, entonces, en presentar los hechos de manera veraz, objetiva y ecuánime, es decir con las diferentes facetas o circunstancias que ayudan a un mejor conocimiento y comprensión. Su tarea principal consiste básicamente en informar, sin tratar deliberadamente de sesgar o deformar la percepción de los demás. El periodista que presenta un hecho faltando a la verdad objetiva y completa comete un delito de carácter ético, porque está tratando de influir intencional y maliciosamente en el destinatario de la información.

Por ello, es sumamente grave que los periodistas —como también los maestros— se agrupen en organizaciones partidistas, no para defender intereses gremiales legítimos, sino para tratar de influir deliberadamente en la opinión de los receptores de lo que difunden, solo para congraciarse con determinadas tendencias o ideologías políticas. Diferente es la existencia de un Colegio de Periodistas de afiliación obligatoria para todos los profesionales de la prensa radial, escrita o televisiva, a fin de evitar que personas sin la debida preparación o experiencia ejerzan esta delicada profesión. La colegiatura debe respetar la libertad de conciencia y de opinión.

La verdad objetiva no es sandinista, antisandinista, liberal, conservadora, socialcristiana u opositora. La verdad —sin apellido— es única e indivisible y toda circunstancia o hecho que la falsee es un atentado al derecho que tiene la ciudadanía de informarse veraz e imparcialmente de la realidad.

El autor es diplomático, fue embajador de Nicaragua en Chile

Ver en la versión impresa las páginas: 11 A

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