A la hora de escribir una crítica sobre un filme basado en la vida de un artista de cine, es saludable preguntarse si el público no estaría mejor servido dedicando esas dos horas a ver al artículo genuino, es decir, alguna de las películas originales del sujeto. En el caso del actor mexicano Mario Moreno “Cantinflas”, la pregunta es aún más apremiente, pues su filmografía de casi cincuenta películas es muy accesible y todavía se transmite semanalmente en televisión abierta.
El productor Michael Todd (Michael Imperioli) lucha por echar a andar un ambicioso proyecto: una adaptación de la novela de Julio Verne La Vuelta al Mundo en 80 Días . El proyecto depende de poblar el reparto con un genuino ejército de estrellas taquilleras. Lo acompañamos en su visita a Elizabeth Taylor (Bárbara Mori), donde queda claro que todo está en contra del novel productor. La próxima estrella en su lista es Cantinflas (Oscar Jaenada). Las desventuras de Todd se combinan con flashbacks que recuentan la vida de “Cantinflas”, desde sus inicios en carpas de mala muerte hasta la ceremonia de los Globos de Oro, en la cual se llevó una estatuilla.
Cantinflas —la película— es un producto del siglo XXI. En esta época el lucrativo mercado latino se divide entre Estados Unidos y la propia Latinoamérica. La película debe ser amable para hispano-parlantes nativos y para los migrantes de segunda o tercera generación, que naturalmente hablan mejor el inglés que el castellano. No en balde Univisión es la cadena televisiva de mayor crecimiento en EE. UU. Enfocarse inicialmente en Todd permite suavizar la entrada de los anglo-parlantes.
Ante la necesidad de hacer que la película funcione para el público más amplio posible, los realizadores toman el camino menos peligroso. Cantinflas es una biografía idealizada que reduce una vida a una serie de anécdotas, dramatizadas en escenas compactas, filmadas con el estilo de una telenovela de alto presupuesto. Hasta la calidad de la dirección de fotografía recuerda a la televisión. Bajo el implacable exceso de luz se vislumbran las costuras del artificio. Esta puede ser la película con las peores pelucas en la historia del cine, o al menos, las peor disimuladas.
No hay lugar para la sutileza. Tome nota de cómo cada pieza de información es remarcada hasta la saciedad. Vea la escena en que un desconocido anima a Todd en la cafetería de la United Artist. Al despedirse, le revela que su nombre es Charlie. El rostro de Todd cambia al caer en la cuenta que es Charlie Chaplin. Marchándose de espaldas, Charlie da vueltas al bastón al mejor estilo de Charlot. Y eso no basta. También empieza a caminar como pingüino. Este afán sobreexplicador florece como mala hierba en toda la película. Y el desfile de “estrellas” encarnadas por extras vagamente parecidos se vuelve francamente ridículo.
El genuino “Cantinflas”, astuto hombre de negocios que era, probablemente aprobaría esta dirección creativa. Usted estaría mejor servido viendo una de sus películas originales. Cualquiera de ellas. La única razón para someterse a esta película es la actuación del español Oscar Jaenada, quien se apropia del acento, manerismos y lenguaje corporal de “Cantinflas” con pasmosa habilidad. Lástima que la película lo reduzca a ser una caricatura. Se reporta que México ha sometido esta película como su candidata al Óscar 2015. Si llegara a entrar en la terna de cinco nominadas, será por los instintos más comerciales de la Academia, tratando de cazar televidentes para su ceremonia de premios.
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