Querida Nicaragua: El otro día conversaba con un amigo que, como yo, peina canas. Hablábamos de cuando éramos adolescentes y andábamos a lomo de mula disfrutando los caminos y respirando aire fresco y sano. Recorríamos los pueblecitos de antaño, silenciosos y tranquilos, cuando el medio de comunicarse era el telégrafo y cada pueblecito tenía su telegrafista, generalmente un hombre pintoresco, de buen humor, contador de cuentos de camino.
¿Por qué les estoy contando esto cuando estas Cartas son mensajes políticos o críticas sociales?
Porque hoy quiero descansar un poco y dejarlos descansar a ustedes saliéndome de la rutina diaria. Por eso se me ocurrió hoy no hablar ni del delirante Canal Interoceánico, ni de los frijoles que ya llegaron a 32 córdobas la libra, ni de los pobres damnificados por las lluvias que lamentablemente dejaron varios muertos, ni de los robos en el Ministerio de Educación y en otros ministerios, ni de las universidades que cobran 1,500 dólares por darle su diploma al estudiante, en fin ni de política ni de problemas.
Entonces en este caso, vamos a transcribirles algunos pensamientos edificantes. Estos son de Gabriel García Márquez, recientemente fallecido y quien alcanzó fama mundial con su famosa novela Cien años de soledad . Estos son algunos pensamientos que escribió antes de morir:
“Si se me concedieran unos años más de vida, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva, pensaría todo lo que digo.
Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan. Caminaría cuando los demás se detienen y despertaría cuando los demás duermen.
A los hombres les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse.
A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido.
He aprendido que un hombre solo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse.
Siempre di lo que sientas y haz lo que piensas. Si supiera que estos son los últimos momentos que te veo, te diría ‘te quiero’ y no asumiría tontamente, que ya lo sabes”. Gabriel García Márquez.
Y como quiero hacer una carta refrescante, con pensamientos de altura, vamos ahora con una de las grandes figuras de la literatura universal, un poeta, literato, ensayista y narrador nacido en Buenos Aires, Argentina, en 1899, no vidente la mayor parte de su vida y fallecido en Ginebra, Suiza, en 1986. Se trata de Jorge Luis Borges, quien escribió lo siguiente:
“Después de un tiempo uno aprende la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar un alma. Y uno aprende que el amor no significa acostarse y una compañía no significa seguridad, y uno empieza a aprender que los besos no son contratos y los regalos no son promesas, y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta y los ojos abiertos.
Con el tiempo comprendes que solo quien es capaz de amarte con tus defectos, sin pretender cambiarte, puede brindarte toda la felicidad que deseas. Y aprendes que las palabras dichas en un momento de ira, pueden seguir lastimando a quien heriste, durante toda la vida.
Con el tiempo aprendes que disculpar cualquiera lo hace, pero perdonar es solo de almas grandes. Aprendes a construir todos tus caminos en el hoy, porque el terreno del mañana es demasiado incierto para hacer planes.
Con el tiempo, aunque seas feliz con los que están a tu lado, añorarás terriblemente a los que ayer estaban contigo y ahora se han marchado.
Con el tiempo aprenderás que intentar perdonar, o pedir perdón, decir que amas, que extrañas, que necesitas, decir que quieres ser amigo, decir esto ante una tumba, no tiene ningún sentido.
Uno aprende, desafortunadamente, solo con el tiempo”. Jorge Luis Borges.
El autor es gerente de Radio Corporación. Excandidato a la Presidencia de la República en 2011.
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