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Entre la santidad y la muerte

Hay una realidad que todos los cristianos tenemos que saber y es que estamos llamados a ser santos. “Santo” es todo aquel que tiene fe, que tiene un gran corazón con todo el mundo, va haciendo el bien con todos a invitación de la Palabra de Dios.

Hay una realidad que todos los cristianos tenemos que saber y es que estamos llamados a ser santos. “Santo” es todo aquel que tiene fe, que tiene un gran corazón con todo el mundo, va haciendo el bien con todos a invitación de la Palabra de Dios que nos dice: “Sean santos como es santo su Padre celestial” (Mt. 5, 48). “Sean santos porque yo, Yahvé, soy santo” (Lev. 20, 26).

Jesús nos llama, a pesar de nuestras debilidades, a ser santos (1 Cor. 1, 2): “Esta es la voluntad de Dios” (1 Tes. 4, 3). Esta es nuestra vocación como nos dice San Pedro: “Así como el que les ha llamado es santo, así también ustedes sean santos en toda su conducta” (1 Pe. 1, 15).

Ser santo es: Decir siempre a Dios “SÍ”, como lo dijo Jesús. Ser buena gente, como lo fue Jesús. Pasar por este mundo haciendo el bien a todos, como lo hizo Jesús. Tener un buen corazón, capaz de brindar a todos un gran amor y ser solidario con los más pobres y necesitados de este mundo, como Jesús. Ser pobre y solidario, como lo fue Jesús. Luchar por un mundo más humano y justo, como lo hizo Jesús. Tener un corazón limpio, como el de Jesús. Hacer realidad en la vida la paz que todos deseamos, como fue pacífico Jesús.

Por otra parte tenemos de frente otra realidad y es la muerte sabiendo que “quien aprende a vivir, aprende a morir. A vivir se aprende toda la vida, y toda la vida se ha de aprender a morir”. La comunidad cristiana también se reúne para recordar aquellas palabras de Jesús: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero, si muere, da mucho fruto” (Jn. 12, 24).

La muerte nos hace reflexionar en la vida. La muerte tiene su sentido en relación con la vida. No nos reunimos para pensar macabramente en la muerte y olvidarnos de la vida. La muerte es importante; pero más importante es la vida. Hay que aprender a vivir bien para saber morir y hay que afrontar la muerte desde la vida.

Vida y muerte, muerte y vida van de la mano. Por eso, lo lógico tendría que ser que el pensamiento de la muerte nos motivara a luchar con más fuerza a preocuparnos por la vida. Solo puede creer en la otra vida el que hace cuanto puede para que esta vida se haga más soportable y hasta más gozosa para todos.

Todo es relativo ante lo absoluto de la vida: riquezas, cosas, familia, gobiernos, trabajo, religión… ¡Todo está al servicio de la vida! En el libro de Job se dice: “Todo lo que el hombre posee, lo da por la vida” (Job 2, 4).

La vida es lo primero y nada está por encima de la vida. Es por eso que es inmensamente importante acabar con todos los intentos o sugerencias de guerras y luchas sin sentido y todos debemos de luchar por establecer la paz y utilizar el diálogo entre familias, grupos y países. Ya lo decía Jesús: “¿De qué les vale ganar el mundo entero, si luego pierden la vida?” (Mt. 16, 16).

Perder la vida es perderlo todo, ganar la vida es ganarlo todo. Por eso ganar la vida es el gran objetivo a conquistar. Para vivir es necesario amar la vida.

Religión y Fe muerte Santidad archivo

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COMENTARIOS

  1. Roger
    Hace 9 años

    Respeto las buenas intenciones en su articulo, para hacer el bien entre creyentes o feligreses, pero discrepo de su llamado a que seamos santos para hacer el bien entre nuestros congeneres…! Se puede hacer el bien en nuestras vidas, sin necesidad de ser santos,.. Es que acaso para ser buena gente tienes que creer o profesar en una religion..? creo que no, basta con tener una conducta honesta, decente y responsiable en tus actos sin necesidad de tener fe en una religion y un Dios inventados…!

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