La popularidad del Halloween infecta al mundo del entretenimiento. Cines y canales de televisión se apresuran a llenar su programación de películas de terror, y no solo en los países que observan la fiesta pagana. En Nicaragua este fenómeno no se limita al mes de octubre. Aquí siempre es temporada alta para las posesiones satánicas. Pero pueden quedarse con sus demonios. A la hora de inspirar horror del bueno, apuesto todo al zombi. Quizás sea por la cualidad humana que no les quita la animación pos-mortem, o el terrible giro dramático que toman las cosas cuando amantes destruyen a amantes; padres destruyen a hijos. En un apocalipsis zombi, la tragedia golpea cerca.
También me parece fascinante la resiliencia del género, tan inmortal como… pues, un zombi. Justo cuando uno cree que ha dado sus últimas patadas, el cuerpo se levanta y camina. El año pasado tuvimos World War Z , un película-desastre de acción transcontinental, destilando las ansiedades de la globalización. Ahora nos llega Retornados , una modesta producción que hace milagros con sus recursos, y en su trama invocar elementos de otros géneros, usualmente no asociados dentro con los parámetros del horror tradicional.
En algún momento del futuro, la plaga zombi ha sido controlada después de dos trágicas oleadas. La ciencia médica ha descubierto un suero que administrado oportunamente, puede “retornar” a los que han sido mordidos por zombis. Pero deben seguir tomando la medicina de por vida, en dosis diarias. Los “retornados” están censados y controlados, y tienen acceso a la medicina que les permite llevar una vida normal. Ese es el caso de Alex (Kris Holden-Reid), un músico afable. Él es la pareja de Kate (Emily Hampshire), una doctora que trabaja en la atención de retornados recién infectados. Su lugar entre las autoridades médicas le permite acceso a información crucial: la reservas de suero destilado de la médula ósea de personas infectadas, se están acabando. Una versión sintética no ha funcionado. Kate lleva tiempo atesorando ampollas que compra de contrabando, pero el tiempo de Alex corre inexorablemente hacia un punto de no retorno.
Desde que los aldeanos persiguieron a Frankenstein con antorchas y trinchantes, los grandes monstruos del cine han servido de analogía a la minorías oprimidas por el status quo. Por ejemplo, la epidemia del sida a principios de los ochenta le dio un subtexto lleno de gravedad a todas las películas de vampiros. El zombi, con su dinámica de contagio, ahora cruza accidentalmente con la histeria del ébola. Pero en realidad es una alegoría “todo propósito”. Esta película invoca al thriller de paranoia política, con elementos de film noir y drama policíaco de vigilantismo. Si lo que busca es la sangría tradicional, esta película no es para usted. Hay pocos zombis-por-minuto, y los despliegues de violencia visceral están reducidos al mínimo. Retornados es una parábola de opresión, sobre el salvajismo de la humanidad en el nombre de la sobrevivencia, con un desenlace al estilo de O’Henry para cerrar con broche de oro.
El director español Manuel Carballo comanda una producción trans-cultural, filmada en sitios de Ontario, Canadá. La falta de referentes geográficos tradicionales —y de estrellas reconocibles— contribuyen a darle una atmósfera inusitada pero creíble a los hechos. No hay grandes despliegues de acción y efectos especiales. La escala es siempre íntima, y la violencia dispensada con economía. Retornados es una película de zombis para los que no gustan de las películas de zombis.
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