Lamento profundamente las tragedias que se han originado por la falta de ordenamiento territorial y la precaria situación en que viven tantas familias en Nicaragua, que por su pobreza y falta de oportunidades se ven obligadas a ocupar los lugares más inhóspitos y peligrosos, aquellos que a nadie le sirven por la exposición al peligro que significan.
Viendo lo que ha estado sucediendo y sintiendo de cerca las aspiraciones y luchas de las personas que trabajan en mi negocio para poder obtener un pedacito de tierra seguro y legal y así poder levantar su casita, pienso en lo maravilloso que fue durante la Revolución la entrega de lotes en urbanizaciones progresivas, en buenas tierras de las ciudades y no en las periferias marginales. Aquellos asentamientos se establecían con energía eléctrica y tomas de agua potable; con título a favor de la madre de familia y con una reglamentación especial que pretendía proteger a la familia. Se podía heredar, pero no vender.
Barrios enteros que estaban en zonas de riesgo o a orillas del lago fueron reubicados, tales como el Jorge Dimitrov, el René Cisneros, Edgar Lang, Jonathan González, Edgar Munguía, El Recreo y tantos más en Managua, como en muchísimos lugares de Nicaragua. De esta forma se pudieron proveer miles de soluciones habitacionales, sin demagogia, pero con efectividad.
Mi marido, Miguel Ernesto Vijil Ycaza, ya fallecido, junto a un equipo humano de extraordinarios profesionales, estuvo a cargo del Ministerio de la Vivienda y Asentamientos Humanos, que con una mística revolucionaria auténtica y total ausencia de intereses personales llevaron a cabo esa misión ejemplar.
Es claro que ahora vivimos otra época y por eso se debe pensar en soluciones diferentes. No por eso se pueden dejar esos problemas en el olvido, si no por el contrario se le debe dar prioridad creando fuentes de trabajo en los departamentos para que no sea una necesidad emigrar a la capital.
Un grupo de jóvenes ha estado trabajando con familias para buscar soluciones a sus problemas de vivienda. Son las muchachas y muchachos de Techo. Ninguna de las casitas que han levantado junto a sus dueños, se han visto afectadas, a pesar de estar localizadas en asentamientos espontáneos. Este organismo liderado por puros jóvenes de secundaria y universidad, que con tanto amor y dedicación han estado trabajando desde el año 2008 en muchos lugares del país, presentaron recientemente en la UCA y patrocinado por esta misma universidad, el más reciente y actualizado censo de asentamientos espontáneos que existe.
El techo es como el hambre. No se le puede pedir a la gente que espere y tenga paciencia para saciar el hambre, porque esta llega todos los días. Es un desafío al que tenemos que responder cada uno desde donde estamos y podemos.
Los jóvenes de Techo asumen los mejores valores de sensibilidad y voluntariado que Nicaragua requiere.
Vale la pena apoyarlos. Vale la pena apoyar esa esperanza que día a día se hace realidad construyendo techos seguros y dignos para los más desposeídos.
La autora es empresaria