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La realidad de la ventana

Flavio muchas, en muchas ocasiones, hacía un soliloquio realista: Mi ventana me enseña que el tiempo pasa sin detenerse y que el frío y la lluvia van dando lugar a un cambio hermoso en el paisaje de mi barrio.

Flavio muchas, en muchas ocasiones, hacía un soliloquio realista: Mi ventana me enseña que el tiempo pasa sin detenerse y que el frío y la lluvia van dando lugar a un cambio hermoso en el paisaje de mi barrio. Los rayos de sol empiezan a iluminar con mayor claridad lo que veo desde allí. Incluso puedo sentir la frescura del aire que respiro cuando los árboles comienzan a llenarse de nuevo de pequeñas flores aromáticas que nos acompañarán hasta la próxima estación del año. Es el momento de ver como los pajaritos vuelan jugueteando de un árbol a otro trinando melodías que alegran mis oídos. Es la vida de estas aves y así demuestran su alegría de vivir, eso es lindo, por supuesto. Algunos perros ladran desde los antejardines para saludar a sus amigos que corren jugueteando por las calles y veredas como si fueran el patio de una casa. No tienen intención de asustar a la gente, sino demostrarle la felicidad que sienten al comenzar un nuevo día. Pero los gatos corren presurosos a refugiarse en las casas para huir de ellos.

Después de disfrutar con todas esas imágenes cada día de la semana en la mañana y antes de salir al colegio. La hora del día es distinta y lo que observo también es distinto. En los días de sol, los amigos del barrio corren unos detrás de otros en persecución juguetona o van tras una pelota para lograr conquistar un gol y ganar el partido. En los días en que viento lo permite, los volantines multicolores se mueven alegres de un lado para el otro teniendo a sus espaldas un cielo azul radiante.Pero cuando resulta que es la hora de cerrar la cortina de mi ventana sufro porque se me va una realidad, meterme en mi cama diciendo: “¡Buenas noches, papá! ¡Buenas noches, mamá! Pero ya disfruté, algo es algo.

Cultura Bayardo Quinto Núnez narración archivo

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