Me deleitó la interpretación de El Güegüense, Noches segovianas y el Caballito chontaleño, melodías emblemáticas de nuestro folclor y que fueron ejecutadas de manera magistral por el grupo de danza folclórica infantil Quetzalcóatl, integrado por siete niños y cuatro niñas, originarios de El Arenal, recóndita comunidad situada a cuatro kilómetros de Masatepe.
La entrega y entusiasmo de estos niños es digna de admiración, practican todos los días, después de cumplir su jornada escolar con una responsabilidad y disciplina ejemplar, con un rango de edades de entre 6 y 12 años, obviamente si continúan con esa entrega, tienen un futuro garantizado en las tablas.
Caminan diariamente desde sus casas al centro comunitario, una distancia de tres kilómetros para asistir a las clases que les imparte el profesor Ramón Enrique Esteban.
La noche que los vi bailar, impresionaron tanto al público que espontáneamente una de las asistentes tomó un sombrero y realizó una colecta que alcanzó aproximadamente tres mil córdobas, los cuales fueron entregados a los niños de manera inmediata.
El padre Roberto, norteamericano de nacimiento, quien tiene más de 40 años de residir en Nicaragua, fue el creador de la idea de que estos niños aprendieran una disciplina cultural, a fin de alejarlos de los vicios y malas costumbres que podrían adquirir si continuaban ociosos.
La cultura nacional gana puntos con personas altruistas como Roberto y con grupos talentosos que existen por toda nuestra patria y no siempre tienen la oportunidad de salir a luz pública. ¡Bravo Quetzalcóatl infantil!
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