El Estadio Cacique Diriangén estaba dividido entre la opacidad de los fanáticos y la soledad de las gradas. Regresaba el clásico nacional por segunda vez en la semana para ver quién tenía más fuerza y cuál ADN era el más endeble, pero luego de los noventa minutos, ninguno quiso el triunfo, ambos se conformaron con la propina brindada por el empate.
Al minuto 12 pudo caer el primer gol del partido por medio de un disparo de larga distancia del mexicano Manuel Rosas, pero Léster Acevedo (portero) saltó donde las facultades lo hacían ver imposible y sacó el disparo del ángulo. Después llegó la respuesta de los Caciques: Eulises Pavón, la figura reluciente tras el declive de David Solórzano. El colombiano José Luis Rodríguez mandó un centro a los pies de Pavón, la imprecisión se apoderó del desorganizado jugador y falló cuando solo tenía que meter la llave en el cerrojo.
En la segunda mitad, el conformismo como base fundamental de una categoría irresoluta se denotó en la cancha, aunque la insistencia inclemente de Carlos Chavarría (delantero norteño) incomodaba a la defensa local. Al final no pudo anotar gol, pero desequilibró y regaló un pase mortífero a Elvis Pinel, desesperado y con ansias de ser el héroe de la tarde, lo envió como una lanza al vacío.
Terminó el duelo y la esencia de antaño estuvo desvanecida.
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