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Ibsen Martínez

Un entierro vikingo

Los periódicos se extinguen. No es una tendencia contemporánea; es algo inherente a su naturaleza: se extinguen y no es cosa de andar buscando quicios dónde sentarse a llorar como un sauce. Así que, señoras y señores, ¡a lo mío!, que es ser columnista de Tal Cual.

Para esta entrega había yo pensado, desde hace tiempo, airear varias ideas del notable periodista y pensador —no siempre coinciden en una misma persona ambos oficios— Arcadi Espada (1957), cuyo libro Periodismo práctico se ha convertido en biblia contemporánea de muchísimos periodistas nacidos en este lado de la revolución digital.

Las ideas a las que me refiero no son exclusivamente suyas: han sido espumadas de entre los pareceres y la experiencia de muchísimos otros periodistas y editores del orbe entero. Y las recoge en una antología muy atinadamente titulada El fin de los periódicos . (Duomo ediciones, Barcelona, 2009). Traigo de allí, a la atención del lector, una observación que debemos a Jill Lepore. La transcribo, aún antes de ilustrar a los desprevenidos sobre quién podrá ser Jill Lepore:

“Los periódicos no están siempre del lado de la libertad. No todo el mundo está de acuerdo en qué significa libertad. Algunas luchas no terminan. Y no es el periódico el que está en peligro de muerte y necesita salir levantarse de su tumba. Es la libertad de prensa”.

Jill Lepore (1966), quien es profesora de Historia estadounidense en Harvard, debe saber de qué habla porque es mujer de muchos talentos, quien en 2005 ganó el Pulitzer en la categoría “Historia” y sus ensayos aparecen con frecuencia en The New Yorker y The New York Times. El ámbito de sus intereses es muy vasto, con énfasis en las libertades individuales. Es ensayista muy prolífica que incursiona ocasionalmente en la novela. La cita que invoco proviene de uno de sus ensayos, recogido, justamente, por Arcadi Espada en un ómnibus sobre el fin del periodismo impreso. El ensayo se titula Números atrasados: El día en que murió el periódico .

Que los periódicos no están siempre del lado de la libertad es algo que cualquier venezolano de la era chavista ha podido constatar. Que no todo el mundo está de acuerdo en el significado de la palabra “libertad” resplandece cada vez que Diosdado Cabello abre su rabiosa boca de gamonal, siempre deseoso de superar, sin éxito, a ese superlativo mundial de la procacidad llamado Mario Silva; en cada comparecencia aplazada de Leopoldo López; en cada borborigmo extrapunitivo de Blanca Eckhout; en las provocaciones de la Fiscal General o la Defensora del Pueblo; en los “equilibrismos” del pobre diablo que preside la casa editora de El Universal, a quien ordenaron, seguramente a gritos, purgar la página de opinión y despedir a Rayma; en las contorsiones de todas las gerencias de los medios televisivos venezolanos y, last but not least, en la tan inexplicable como estulta propensión a arrastrarse ante el poder que, en el ocaso de su vida, muestra desvergonzadamente el experiodista Eleazar Díaz Rangel (a) “Lulo”.

¿Cerrará definitivamente Tal Cual? ¿Se saldrá con la suya la banda delictiva fuertemente armada y dispuesta a matar que pretende sojuzgar para siempre a Venezuela tendiendo un cerco de hambre, arbitrariedad, asesinatos y mentiras? “Algunas luchas no terminan”, dice Jill Lapore en la cita que brinda pretexto a esta nota.

Prueba de ello en un suceso a la vez moralizador y entusiasmante: la misma noche en que sicarios a sueldo asesinaron vilmente al diputado chavista Robert Serra, un grupo de insumisos periodistas venezolanos encabezados por César Batiz, la crème de la crème de la desaparecida unidad de investigación de Últimas Noticias, recibía en Medellín el consagratorio premio “Gabriel García Márquez”.

Sin duda hay justicia poética en el hecho de que el brillante y escrupuloso reportaje premiado, haya forzado al gobierno de Maduro a admitir que las balas asesinas del 12F partieron de su bando. Tamoa Calzadilla y Laura Weffer, hablando de superlativos del gremio, acaban de recibir el premio María Moors Cabot, que ya en 2012 fue otorgado por la Universidad de Columbia a Teodoro Petkoff, director de esta casa, en mérito a su indoblegable lucha por la verdad en tiempos de oscuridad y asfixia.

No son, por cierto, los periodistas que he mencionado los únicos que, en las duras circunstancias que vive la libertad de prensa en Venezuela, perseveran y dan voz a los demócratas de Venezuela, dentro y fuera de ella.

¿Morirá Tal Cual? ¿Cerraremos este capítulo del periodismo venezolano con un “entierro vikingo” antes de irnos todos a casa? ¿Se extinguirá, simplemente, sin pena ni gloria, al mismo tiempo que la reserva de papel?

Eric Alterman —otro admirable periodista— decía hace poco que el verdadero problema no es la muerte inminente de los periódicos, sino la muerte inminente de las noticias.

La dictadura posmoderna de Maduro, Cabello, sus lameculos civiles y sus narcogenerales, sin duda seguirá segregando noticias. Y, probadamente, inteligencia y presencia de ánimo periodísticos sobran en Venezuela para iluminar los hechos y orientar el juicio de millones de ciudadanos con derecho a conocer toda la verdad.

Parafraseando el titular de un editorial de Teodoro, al dar cara a la atroz arremetida de Diosdado Cabello: “No los callarán”. ©FIRMAS PRESS El autor es periodista venezolano

Opinión entierro justamente vikingo archivo
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