Hechos recientes, que presagian su agravamiento, pareciera que condenan a los nicaragüenses a los peores excesos de nuestro pasado dictatorial.
Contrario a la esencia de la democracia, que es la tolerancia frente a la diversidad, de opiniones y de todo tipo, la intolerancia frente a la diversidad es la esencia del autoritarismo.
Un científico de acreditada reputación e incluso de filiación sandinista, Salvador Montenegro Guillén, quien al frente de un equipo universitario de acreditado profesionalismo había contribuido a elevar los estándares de análisis del Centro de Investigaciones de Recursos Acuáticos (CIRA), de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN), ha sido objeto de una campaña de intolerancia, solamente porque se atrevió, desde razones científicas, a interrogarse sobre las consideraciones ambientales que rodean al impacto del proyectado Canal en el lago de Nicaragua.
Como la intolerancia no tiene límites, también se extiende al pasado y se inmiscuye en la memoria histórica. La comandante guerrillera del FSLN, Leticia Herrera, se atrevió a publicar, en un libro-entrevista, parte de sus memorias de una prolongada y heroica militancia en esa organización. Son sus memorias y sus opiniones sobre hechos que vivió, según los recuerda y quiere dejar constancia. En una cultura tolerante se puede discrepar de lo que dice, y suministrar opiniones e informaciones diferentes, pero eso no cabe en la intolerancia que se ha posesionado de todos los ámbitos del Gobierno, del propio FSLN y de amplias esferas de la sociedad sobre las cuales se proyecta la influencia del Estado.
Ella, sin ninguna explicación, fue destituida de su cargo en el sistema judicial.
La destitución, bajo diversas modalidades y procedimientos (enfermedades forzadas, abandono de la función sin explicación de ninguna clase, hasta la abierta destitución), de alcaldes supuestamente elegidos, viene a confirmar, desde otra perspectiva, lo que ya sabemos: las elecciones en Nicaragua ya no sirven para su propósito genuino, elegir entre diversas opciones y candidatos. Salen “elegidos” los previamente “designados” por el poder absoluto del caudillo, y como designados y no elegidos, pueden ser destituidos por quien les designó.
Pero aun en cargos de designación presidencial, como los ministeriales y otros cargos de dirección de la administración pública, en una sociedad democrática se explican los motivos de los cambios. Pero en nuestro caso el Estado se maneja con cultura patronal de hacienda privada, en la cual el patrón no se siente obligado a dar ninguna explicación.
A lo que estamos asistiendo es a una extensión hacia otros campos de la intolerancia que algunos asumían estaba restringida exclusivamente al campo político. La complacencia frente a los primeros arranques autoritarios estableciendo los Consejos del Poder Ciudadano (CPC) en 2007, y al fraude electoral que se dio desde las municipales de 2008, menos de dos años después que Ortega se reinstaló en el poder, abonó esta cosecha de intolerancia que ahora se extiende a otros campos, incluyendo al de las opiniones científico-técnicas, o a las diferencias de valoración profesional sobre determinados proyectos.
Y lo que estamos viviendo solamente anticipa lo peor que está por venir. Nuestra sociedad es diversa, desde el punto de vista de la estructura socioeconómica, de los niveles culturales y, ya no se diga, de las opiniones políticas y de las opciones religiosas. Esa diversidad tenderá, por su propia dinámica, a expresarse, y más ahora con las redes sociales. A la vez, en torno al poder intolerante se aglutina una diversidad de intereses, desde los político-partidarios hasta los empresariales y profesionales. Será inevitable que la diversidad de la sociedad entre en conflicto con la diversidad de intereses aglutinados en torno al poder. Ya lo vemos en la competencia empresarial y profesional desleal, porque en una economía de mercado sin competencia política tampoco habrá competencia económica.
La complacencia con intolerancias como las comentadas solamente atizan más y más intolerancia, y al final de ese camino aguarda otro ciclo de las peores confrontaciones de nuestro nada memorable pasado.
El autor fue candidato a vicepresidente de Nicaragua.