El doctor Luis Mayorga Delgado (q.e.p.d.); honorable ciudadano leonés, brillante profesional del Derecho, maestro de maestros; a quien tuve el honor de conocer por más de una década. Decía con frecuencia: “Hay que matar el gato en puerta”. Me explicaba, que si dejas entrar a tu casa a un gato de la calle, te hace desastres, y luego es muy difícil sacarlo. Así que, para evitarse problemas, al gato “Hay que matarlo en puerta”. El mensaje en otras palabras es: que el mal hay que cortarlo de raíz; que cuando algo es dañino, hay que impedir que crezca, y se establezca.
Aunque no siempre es fácil anticipar cuando algo no va a resultar, es útil tener en cuenta la premisa de “prevenir antes que lamentar”. Recuerdo, que cuando el doctor Mayorga se enteró del triunfo de la Revolución Popular Sandinista el 19 de julio de 1979, en medio del júbilo de todas las personas que lo celebraban, entre ellas yo; él sabiamente predijo que las cosas no eran lo que parecían, y que las intenciones de los llamados “muchachos” no eran del todo buenas, como suponía la mayoría. Sus palabras cayeron como un balde de agua fría, máxime que no las decía un somocista que temiera represalias por estar con el régimen; sino más bien, una persona que con esfuerzo y trabajo honesto había logrado ganar una sólida posición económica, ajena a puestos públicos o al ejercicio politiquero. No pasó mucho tiempo, cuando él, yo, y miles de nicaragüenses, sufrimos las consecuencias de la revolución fallida, y las represalias del régimen “revolucionario”, que en realidad era una dictadura, de otro corte que la recién derrocada somocista, pero dictadura al fin; pretendida copia de la instaurada en Cuba por el auspiciador de dictadores: Fidel Castro.
Compruebo con pena que en la cultura nicaragüense persiste el “yoquepierdismo”; opuesto al principio de: “matar el gato en puerta”. Así, ha tomado fuerza el plan Ortega-Murillo, de construir un Canal Interoceánico en Nicaragua, y no es hasta hace pocas semanas que la población ha reaccionado; porque grupos de chinos, custodiados por los “defensores de la soberanía nacional” Ejército de Nicaragua y Policía Nacional, entran a sus propiedades como “Pedro por su casa” para medirlas y posteriormente ser expropiadas. Me pregunto: ¿Por qué no reaccionaron desde el momento en que Daniel Ortega apareció con Wang Jing entregándole con una sonrisa el futuro de Nicaragua? ¿Por qué se le ha permitido al señor Telémaco Talavera y compañía recorrer la zona afectada, hablando estupideces sobre las bondades de un Canal, sabiendo que no tiene ninguna?, es decir, ¿por qué la sociedad nicaragüense, los políticos, los empresarios, los campesinos, etc., han permitido que avance un proyecto que es letal para Nicaragua?
Si ya se le permitió al gato nacional que entrara a la casa de todos —Nicaragua— con todo y familia; para comerse lo que no es de ellos: ¿Va a permitir la población nicaragüense que ahora entren a su casa los gatos chinos, para destruirla, para adueñarse de lo que le pertenece solo a los nicaragüenses? Con gran satisfacción, después de ver las marchas que se han realizado en el sur del país, sospecho que la población no va a permitir que ningún gato, nacional o extranjero, se apropie de Nicaragua.
Personalmente, me solidarizo con los campesinos que hoy se ven amenazados con el robo de sus propiedades, e invito a toda persona que se sienta nicaragüense a dejar a un lado sus intereses personales y económicos, y su filiación política, y comprometerse a defender la soberanía nacional. Juntos se puede y se debe, ¡Matar el gato en puerta!
La autora es psicóloga.
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