Una vez más los expertos señalan que Nicaragua debe invertir en educación de calidad si quiere salir de la pobreza.
Esta vez le tocó al director adjunto del Centro Latinoamericano para la Competitividad y el Desarrollo Sostenible (Clacds) de Incae, Víctor Umaña.
“La variable clave que necesita ProNicaragua, que necesita Nicaragua, no es la cantidad (de gente) en educación primaria, sino la calidad”, dijo ayer Umaña en una exposición ante representantes del Gobierno y empresarios en la que mostraba la metodología que usa el Foro Económico Mundial para diseñar su índice de Competitividad Global.
El índice reconoce que Nicaragua ha avanzado en competitividad, pero Umaña señala que “las brechas aún son muy grandes”.
¿Cómo dar esos “saltos de rana” como algunos han descrito a los avances que sociedades como Singapur, Taiwán, Chile o Uruguay han alcanzado en períodos relativamente cortos de tiempo, en promedio de treinta años?
Las brechas se cierran con cobertura y calidad en educación, pero hay quienes piensan que una cosa puede venir después de la otra y la verdad es que deben ir tomadas de la mano. Pero el peor de los escenarios es cuando ni lo uno, ni lo otro se cumple.
Eso es lo que sucede aquí. La propaganda del actual gobierno se empeña en demostrar que hoy más niños están en la escuela.
Sin embargo, los fríos números desmienten los empalagosos discursos que lanzan adjetivos en ráfagas de tres en tres, tratando de atiborrar con ellos la mente de quien escucha.
Según datos del Ministerio de Educación, desde el 2002 la tasa neta de matrícula —la cantidad de niños en cuya edad oficialmente les corresponde estar en preescolar, primaria o secundaria— se mantiene estancada en alrededor de 930,000 estudiantes, a pesar del crecimiento de la población.
Cuando se ve específicamente la tasa de Primaria, esta se ha mantenido en aproximadamente el 87 por ciento y aunque el régimen tenía proyectado un “salto” a partir del 2011, la más reciente Encuesta de Hogares del Fideg demuestra que el porcentaje sigue siendo el mismo. Para el 2013 el Fideg reportó una tasa neta de matrícula de 86.1.
El régimen reporta un mayor número de personas en las escuelas ahora porque ha incluido la educación de adultos en la matrícula que publica, pero eso es solo un truco publicitario.
Y si se ha fracasado en la cobertura, en la calidad ni siquiera se ha intentado mejorar. No hay un plan serio para capacitar permanentemente a los maestros, eliminar el empirismo, mejorar sus salarios y atraer a los mejores a la profesión. Los esfuerzos por mejorar la infraestructura escolar se centran en los institutos más visibles de la capital, pero en general la situación es deplorable.
Y esta realidad no se puede seguir achacando a los “años de gobiernos neoliberales”, como dice constantemente el presidente inconstitucional Daniel Ortega. Hay que recordar que él ya lleva ocho años en el poder, la mitad de lo que estuvieron en el gobierno los “neoliberales” y con todo el poder que ha acumulado no ha podido —o mejor dicho, no ha querido— hacer cambios verdaderos en el sistema educativo.
Mientras no haya cambios de fondo en la educación no habrá desarrollo. Ni que se cumplan las mejores predicciones del dudoso Canal Interoceánico saldremos de la pobreza, pues una población sin educación no estará lista para aprovechar las “ventajas” del Canal o cualquier otro proyecto.
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