Uno de los colores pigmento, no de luz más importante y una verdadera encíclica en cualquier armario, es el negro, la clave básica para casi cualquier momento, por su acertada elegancia, sobriedad y los efectos estilizados en la figura que produce.
Singularmente el negro no es apropiado tampoco para todos, y aunque se declare como un color universal, vestir de negro puede ser demasiado encrudecedor, endurecedor y avejentante para las personas que tienen una apariencia más cálida por la compostura de su tono de piel, ojos y cabello, de tonos pajizos, castaños y de piel avellana.
Si el negro opaca sus sentidos, minimiza la proyección de la energía individual y le provoca un sentimiento de pesadez, probablemente no sea su mejor opción, lo que no significa que no pueda usarse, sino que hay que alejarlo del rostro o evitar un total look, puede también incorporarse en accesorios o en algún otro detalle pequeño de su look. O si no optar por grises y azules oscuros no fríos sino más cálidos.
Y en el caso de que el negro, al contrario, resalte sus cualidades, le haga ver más estilizado en sus proporciones, le confiera presencia y no autoridad impositiva, canalice su elegancia natural y deje ver ese elemento pequeño de seducción sin ser tan obvio, entonces es una de sus mejores opciones. Recurra a él, en el día para ocasiones formales y preferiblemente no en un total look, y deje verse todo en negro por la noche, en cualquiera de sus variantes, apropiado para cualquier evento nocturno, incluso para una boda como invitado o participante, aunque tanto se estigmatice.
Deje de un lado la idea del negro como color de luto o servicio exclusivamente, agradezcamos a Cocó Chanel por encargarse de darnos hoy lo que entendemos por vestir de negro, suprema elegancia, asertiva y siempre correcta con las dosis apropiadas. El negro es un clásico-básico y obviarlo es negarse la llave a una puerta de finitas oportunidades en su imagen.
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