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En el país viven decenas de personas sordociegas: que no ven, no escuchan y tampoco hablan. La atención suele ser más precaria que la del resto de personas con discapacidad. LA PRENSA/ ARCHIVO

Los que no oyen, ni miran

Por nudos adivina los colores de los ovillos plásticos que tiene puestos sobre la mesa. Si solo tiene un nudo, se trata del rollo color naranja. Si tiene dos, es el verde menta. Y si tiene tres nudos, es el crema. A veces, puede ser que los colores de los rollos no los haya marcado con nudos, entonces se para en el umbral de la puerta de su casa y desde allí pregunta en voz alta: “Veee, decime ¿qué color es este rollo?”

Por nudos adivina los colores de los ovillos plásticos que tiene puestos sobre la mesa. Si solo tiene un nudo, se trata del rollo color naranja. Si tiene dos, es el verde menta. Y si tiene tres nudos, es el crema. A veces, puede ser que los colores de los rollos no los haya marcado con nudos, entonces se para en el umbral de la puerta de su casa y desde allí pregunta en voz alta: “Veee, decime ¿qué color es este rollo?”

[doap_box title=”Juntos desde hace siete años” box_color=”#336699″ class=”aside-box”]

Con 18 miembros arrancó en el 2007 la Asociación de Sordociegos de Nicaragua, que actualmente trabaja con niños y adultos que viven con estas discapacidades. A ellos les enseñan a comunicarse y les ayudan a integrarse al núcleo familiar en primera instancia. Mireya Cisne dice que era parte de la organización de ciegos Maricela Toledo, pero en un intercambio con sordociegos de América del Sur la instaron a crear esa organización. Actualmente preside también la Federación Latinoamericana de Sordociegos. Cisne cuenta que la vida de estas personas es bastante compleja en todas partes del mundo, pero no por ellos, sino por las barreras que la sociedad les pone. Se han encontrado con casos de niños y adultos que aprenden a comunicarse con el resto y a sobrellevar sus vidas.

La ASCN es parte de Feconori, la Federación de Asociaciones de Personas con Discapacidad. Se estima que en Nicaragua entre el 10 y el 12 por ciento de la población convive con alguna discapacidad.

[/doap_box][doap_box title=”” box_color=”#336699″ class=”aside-box”]2,000 sordociegos arrojó el censo que hizo la brigada Todos con voz, hace un par de años. La Asociación de Sordociegos de Nicaragua, que funciona en la colonia Máximo Jerez, ha contactado a unos 150 de ellos.[/doap_box]

Si no están ni su hijo, ni su nieto de 9 años, le lanza la pregunta, sin pudor, a algún vecino o incluso a alguien que vaya pasando frente a su casa.

“A mí no me da pena preguntar”, dice Cortez, una mujer de 68 años, quien perdió la visión por completo hace seis años por una enfermedad congénita que se le empezó a manifestar muchos años atrás.

Yolanda dejó de ver y en parte dejó de oír. “Oigo con uno”, dice esta mujer nacida en Jinotega, pero residente en Managua, en el barrio Pantasma, hace veinte años.

Según la Asociación de Sordociegos de Nicaragua (ASCN), el reciente censo Todos con voz, que realizó una brigada de médicos cubanos, reveló que había unas dos mil personas sordociegas: gente que no escucha y en consecuencia, tampoco habla. Aunque también se incluyen entre los sordociegos personas como Yolanda Cortez y Mireya Cisne, presidenta de la ASCN.

Cisne dice que esa organización ha recorrido gran parte del país tratando de contactar a los sordociegos y hasta ahora han localizado a unas 150 personas que viven con esa doble discapacidad.
La mayoría de los sordociegos viven fuera de Managua y en condiciones bastante difíciles.

“Es bastante precaria (la situación). Son bastante pobres. No trabajan. Su nivel cultural es bastante bajo. No tienen apoyo familiar”, dice Cisne y aclara que las familias, generalmente, no saben cómo tratar a estas personas.

No existe comunicación con ellos. Se han encontrado casos en que los sordociegos viven aislados dentro de sus casas y son tratados como vegetales. “Con costo les dan de comer. No caminan. No los sacan. No hay integración de ellos”, dice Cisne, quien dejó de ver cuando tenía 32 años, ahora tiene 68. Era maestra en el colegio Luis Alfonso Velásquez, que está a un par de cuadras de su casa, cuando un tumor la dejó ciega y además sorda del oído izquierdo.

Cisne explica que la falta de comunicación con los sordociegos también desemboca en una actitud sobreprotectora. No les enseñan a comer, bañarse o vestirse. Les hacen todo.

Los familiares improvisan formas de comunicación. Algunos niños sordociegos han aprendido a golpear la mesa con una cuchara para indicar que tienen hambre.

Han hallado casos donde los papás les dan de comer en la boca. Esa dependencia, según las sordociegas, les impide desarrollarse.

ENSEÑAR A COMUNICAR

En el 2009 la Asociación de Sordociegos de Nicaragua (ASCN) alcanzó su personería jurídica.  LA PRENSA/ ARCHIVO
En el 2009 la Asociación de Sordociegos de Nicaragua (ASCN) alcanzó su personería jurídica.
LA PRENSA/ ARCHIVO

Una vez que la organización se pone en contacto con ellos comienza un trabajo de sensibilización para procurar cambiar la realidad de los sordociegos.

Cisne cuenta que en la organización hay seis instructores que les enseñan Dactilología, un sistema de comunicación basado en el uso de los dedos de las manos.

Yolanda Cortez, quien ha aprendido este método en la organización, se toma la palma de la mano y dibuja letras y palabras con los dedos. A ella también le tocó aprender el sistema Braille, que usan los ciegos para leer. Recuerda que desde muy joven supo que tenía una enfermedad congénita que la dejaría ciega, entonces pensó que quedándose en Jinotega sería más difícil aprender a valerse por sí misma. Decidió trasladarse a Managua y se integró a las organizaciones.

Cortez ha sido instructora de Braille, lo mismo que Mireya Cisne, cuando fueron parte de la organización de ciegos Maricela Toledo, antes de que existiera la organización de sordociegos creada hace siete años.
Cisne explica que hasta hace poco no tenía idea de que en el país había tantas personas con esta discapacidad. Todavía los médicos saben muy poco de ella, dice Cisne y explica que hacer visible a este sector de la población ha sido parte del trabajo que han desarrollado desde la organización.

“Ha sido difícil, nadie hablaba de esto. Aún dentro de los discapacitados se desconoce”, explica Cisne.

Yolanda Cortez señala que se ha encontrado gente que se burla de ella porque no ve, pero también porque no les escucha bien. Muchas veces le ha pasado que le dan señas equivocadas de rutas. Ella siempre procura salir a la calle con alguien. A veces con su nieto, pero también va a actividades de la organización con un vecino ciego. Al interior de su casa Yolanda desempeña algunas tareas domésticas como cocinar, dice que se preparó para poder hacerlo, y también para las labores de tejer canastas plásticas de colores. “Esto lo hago cuando tengo encargos como ahora”, dice Yolanda mientras agarra un moño de canastas y las recorre con las manos, como si las estuviera contando. “Aquí hay una docena”, dice esta mujer sordociega.

Boletin Reportajes ciegos Sordos archivo

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