La imagen de Julio Juárez, sostenida en hombros por una jubilosa multitud que se lanzó al campo a celebrar la victoria sobre Cuba en 1972, está atesorada en lo más profundo del sentimiento popular, pero emerge a diario y se vuelve cada vez más resplandeciente, a pesar de haber ocurrido hace 42 años.
Un día como hoy, Juárez grabó para siempre su nombre en las páginas de la historia, al desempeñar el papel de mayor protagonismo, en la victoria más importante conseguida por un equipo nacional de beisbol: una 2-0 ante Cuba, el más exitoso y destructivo plantel que ha desfilado por los mundiales.
Aquella noche de domingo y teniendo a más de 25 mil fanáticos como testigos en el Estadio Nacional de Managua, el derecho leonés mostró la frialdad de un estrangulador, la precisión de un cirujano y la fe de un firme creyente, para sortear a Cuba y construir una proeza que no tiene comparación.
No solo Juárez edificó la obra. También fue valioso el cañonazo de Pedro Selva, el jonrón de Vicente López, el dobleplay de César Jarquín y la dirección de Argelio Córdoba, pero era Julio quien estaba al frente imponiendo el ritmo, desactivando minas, disipando angustias y desvaneciendo el drama.
Juárez no ha sido el único vencedor de Cuba. Ni fue el primero. Tampoco el último. Antes, en 1940, Jonathan Robinson se había alzado con un triunfo. Alejandro Canales salió airoso en 1952 y luego de Juárez, en 1972, lo hizo Porfirio Altamirano en 1976. Ahí paramos de contar.
Pero por haberlo logrado ante su público, en un momento de enorme efervescencia y ante una tropa sin agujeros, la victoria de Juárez ocupa el primer puesto en el pedestal de los recuerdos más apreciados.
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