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Una feliz Navidad

Entra Navidad y la gente va cambiando. Creyentes de distintas creencias o incluso los ateos. Va una cambiando en lo que se acerca el 24 y el 31 de diciembre.

Entra Navidad y la gente va cambiando. Creyentes de distintas creencias o incluso los ateos. Va una cambiando en lo que se acerca el 24 y el 31 de diciembre.

Nosotros aguardábamos los regalos ya de Santa Claus, ya de intercambio, ya del Niño Dios, de la cena… De la cena familiar, en paz y alegría. Por ahí, el nacimiento navideño, pequeño pero significativo. A las 12 pondríamos al bebé en el pesebre… el Dios del amor, eso celebramos decía mamá, no olvidemos eso. Ahí estaba ya el carpintero José acompañando al a niña Virgen María.

Como jóvenes o niños corriendo arriba y abajo mientras las madres preparan la cena, lo que papá y ella lograron reunir para alimentarnos en esos días tan especiales. Pensando si tal o cual regalo nos lo iban a traer o no vendría nada en esta ocasión pero con la noche casi llegando, las emociones aumentaban.

El vecino se despide porque no cree en la Navidad. Mi papa diciendo que un ladrón lo atajó y al decirle me dejas sin algo a mis hijos, me devolvió todo y antes de irse le di para unas medicinas que confesó necesitaba para su abuela y de paso también le obsequió uno de los baguette para su desconocida familia.

Mama se puso feliz al saber que la abuela había sanado de la gripe y nosotros porque los primos celebraban que su papa y mama se habían reconciliado después de separarse durante un par de años.

Fuimos a cenar y oramos. Cantamos villancicos y nadie quería ir a dormir y nos ganó el sueño. A la mañana siguiente fuimos al arbolito y estaban los regalos. Aleluya. Todos hablando del presente recibido y nadie entendía al otro y le daba gusto a uno ver al hermano o hermana con sonrisas más que todo, celebrar. Juguete o ropa. Los padres dormidos desde temprano celebrando en lo íntimo la Navidad.

Para qué molestarlos. Ruidos aquí y allá en casa o en la calle, todo mundo a jugar o a presumir o mejor dicho mostrar poniéndose la ropa nueva, la calceta o sombrero o los ruidos de los soldaditos o el llorar de la muñeca nueva.

Mi hermana, fachenta con sus primeros zapatos de medio tacón, la otra, con la muñeca en biberón, meeee.

Llegó de pasada el vecino Miguel, alegre y nos gritó para seguir corriendo: ¡Ya creo en Navidad: mi papa no tomó una gota de alcohol ni nos gritó!

Allá la otra vecina abrazando al hijo que se había ido un día y ahora mugriento volvía. El otro encontrando a su mascota que daba por muerta.

El sol presente en este friíto. No se oía nada y se oían los corazones. Era oír como si sonaran las campanas.

Buenas nuevas y compartirlas: Pedro contento porque se había sacado la beca, y Amanda había sido contratada para un equipo deportivo. Llegó la carta esperada por la novia. Al bebé le daban de mamar cubier

to con un nuevo gorrito.Mi hermano pequeño René vio por la ventana a un niño afuera jugando con un carrito de madera sin una rueda y carcomido.

Salió y volvió con ese objeto en desuso e incompleto e interrogué pensando que se lo habían quitado y el tuyo, y su respuesta fue: este carrito me lo acaba de traer el Niño Dios, porque el mío, mi carro nuevo de plástico, se lo intercambié al niño pobre.

Llamaron a desayunar… y todos fuimos felices a presentar nuestros presentes a papá y mamá que andaban muy cantarinos, felices de haber cumplido un año más en familia, de darnos calor de hogar, apoyo en ropa, estudio, alimento, paciencia, cariño, regaño cuando era necesario. Vernos así de felices. Les dimos las gracias con besos, palabras, abrazos. Sonrisas.

Vi pasar aves migratorias, las vi irse sin prisas, en orden, juntas; sabía que volverían el año siguiente, seguras, alegres. Era 24- era 25 o 31 todo, todo en paz.

Si, entendí. Si es una feliz, es una… feliz Navidad.

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