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Cartas al Director

Y el guión se desarrolló tal como estaba previsto: el lobo de Gubbio, se quitó la piel de oveja y atacó con furia a los campesinos de El Tule, que bajo la amenaza de ser desalojados de sus tierras, protestaban de manera pacífica en la vía pública.

Navidad Roja

Y el guión se desarrolló tal como estaba previsto: el lobo de Gubbio, se quitó la piel de oveja y atacó con furia a los campesinos de El Tule, que bajo la amenaza de ser desalojados de sus tierras, protestaban de manera pacífica en la vía pública. Y como todo régimen tiránico que se mueve en las penumbras decidieron que el mejor momento para ejecutar su macabro plan era durante las fiestas de Navidad. Y luego de repartirle palo y plomo a la gente, la primera dama irrespetando a Gandhi, sale diciendo que el amor es más fuerte que el odio; y la primera comisionada de la Policía, justifica el desalojo violento de los manifestantes en aras de preservar la paz y tranquilidad de las fiestas navideñas.

Un régimen que infunde el terror y el miedo entre sus ciudadanos para silenciar sus voces no tiene nada de cristiano. La protesta de El Tule es justa y legítima, no se trata solo de defender el derecho sagrado a la propiedad privada, sino de defender nuestra soberanía que está siendo entregada nuevamente a filibusteros modernos, y de impedir la consolidación del proyecto dinástico del orteguismo, que pretende oxigenarse económicamente con la construcción del Canal. La Ley 840 o Ley del Gran Canal, nació torcida desde el inicio con visos de ilegalidad e ilegitimidad como el exiguo proceso de consultas y débil consenso nacional, así como la poca transparencia y secretismo con que se ha manejado la información, y los oscuros intereses económicos y geopolíticos que la rodean. Gandhi demostró que la protesta pacífica es efectiva y tenemos que hacer uso de ella. Martin Luther King decía: que si “tú deseas cambiar las cosas, tienes que actuar”, pero también decía: “que si una ley es injusta, no hay que obedecerla”.

Arnoldo Toruño C. 

Aleluya para Fidel y Raúl

La tozudez de estos fraternos foragidos ha conseguido domeñar la voluntad de la más poderosa nación de la tierra y ha asegurado así por tiempo indefinido —hasta que la Providencia diga basta— el goce de los privilegios de la casta gobernante, corrupta hasta la médula.

El pragmatismo es una orientación ideológica incompatible con los principios de una moral racional. Por desgracia la política norteamericana ha estado guiada frecuentemente —gracias a Dios no siempre— por las rastreras recetas del oportunismo pragmatista. Durante decenios mantuvo relaciones regulares con países hispanoamericanos gobernados por abyectas dictaduras. Y, consecuentemente, cuando rompió relaciones con el régimen cubano no lo hizo por su orientación dictatorial o por los crímenes de la revolución triunfante, sino porque él afectaba sus intereses económicos. Dicho sea de paso, el embargo económico que dispuso Kennedy en febrero de 1962 tiene muy poco que ver con la ruina económica y social de Cuba —como contrariamente lo repiten los representantes del régimen cubano— ya que eso no le impedía comerciar libremente con el resto del mundo.

Obama es un típico representante de esta mentalidad pragmatista. La divisa política con la que advino al poder y que tanta esperanza despertó en Norteamérica y en el mundo —¡Podemos!— se convirtió al poco tiempo en un bailoteo de ritmo indefinido e inseguro.

¿Qué le impulsó realmente a normalizar sus relaciones diplomáticas con Cuba? Un factor importante pudo haber sido la constante presión de la comunidad europea e hispanoamericana, las que — a pesar de los claros principios de la Carta de las Naciones Unidas y de la Organización de Estados Americanos (OEA)— han intensificado en los últimos tiempos sus contactos con el régimen totalitario cubano. Abrigan al parecer la esperanza de que con estos besuqueos Cuba abandone progresivamente su intransigente posición. Una ilusión, como lo prueban los ejemplos de China y de Vietnam

El Gobierno cubano no se ha movido en lo más mínimo. El tinglado represivo se mantiene íntegramente. Sigue persiguiendo y encarcelando a los que osan pronunciar la palabra libertad. La brutal represión no se detiene ahora ni siquiera frente a las madres y esposas de los presos políticos. Si los avances de los países libres son acogidos con beneplácito es porque la insaciable voracidad del régimen husmea la posibilidad de que a través de ellos lleguen mayores y más jugosas ayudas, para sustituir los obsequios del menguante gobierno venezolano.

En realidad los hermanos Castro, al igual que los extintos dictadores Hitler y Stalin, sienten desdén por las genuflexiones de los políticos occidentales.

La máxima autoridad moral de la Iglesia católica, el papa Francisco, ha alentado la presente evolución de las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba. Es lamentable. No se puede dar un beso de paz a quienes siguen regodeándose —sin remordimiento— con el sufrimiento de todo un pueblo.

José Leopoldo Decamilli. Berlín

La tapa del Canal

Mario Alonso presidente del Banco Central en el gobierno del ingeniero Enrique Bolaños presentó el proyecto del Canal Interoceánico, fue claro al asegurar que solo era un proyecto, casi un sueño, que solo sería realidad en el futuro cuando tuviéramos un país desarrollado, democrático, educado con gobernantes honestos, etc. Si el Canal fuera viable lo hubieran hecho en la dictadura somocista que contaba con el apoyo norteamericano, o en el gobierno de Arnoldo Alemán que institucionalizó: “la vergüenza pasa y la comodidad queda en casa”. Ni siquiera Daniel Ortega en su primera dictadura se atrevió a hacerlo a pesar de su espíritu de aventurero, solo sentenció; “ni por todo el oro del mundo se puede permitir la destrucción del lago de Nicaragua para hacer el Canal”. Dios los cría y el diablo los junta, Somoza, Arnoldo y Daniel están convencidos que este pueblo los adora y los más serviles creen que estos personajes son enviados del cielo.

El actual dictador tiene razón porque el Canal le sirve de cortina de humo, tapa los robos históricos que hemos sufrido comenzando con la piñata sandinista del año noventa, cuando los allegados a Ortega se robaron grandes empresas, haciendas, fábricas y todo lo de valor que tenía el Estado y actualmente los miles de millones de la deuda interna producto de la piñata la pagamos todos los nicaragüenses, también tapa el robo de la desmonetización de 1988 cuando todos los bancos perdieron su credibilidad recibiendo millones en el cambio de la moneda y aun nadie hace efectiva su minuta de depósito. El Canal tapará el robo que se hace con el petróleo que llega de Venezuela y tiene suficientes diputados que los consiguió en el último fraude electoral para hacer que su deuda personal con Venezuela se la endosen al pueblo de Nicaragua.

Tomas Borge dijo: “hagamos cualquier cosa, digan lo que digan, no importa, lo más importante es que mantengamos el poder”. Ahora que Ortega nos llevó a ser la nación más corrupta de América solo superados por Venezuela desgobernada por Nicolás Maduro. Ortega ya cuenta con su organización orteguista después de que destruyó al sandinismo histórico, tiene su propio Ejército, su Policía, su Contraloría que tapa todo lo que huela a corrupción y señale a miembros de su organización, tiene su procuraduría de derechos humanos y también un cardenal que bendice sus atrocidades y le sirve de punta de lanza para atacar a la Conferencia Episcopal y a toda la Iglesia católica.

El Canal es la tapa para que no se investiguen grandes crímenes como el de Enrique Bermúdez, Jorge Salazar, Cristian Munguía, Alexis Argüello, Arges Sequeira y tantas violaciones como la navidad roja en la matanza de los misquitos y la violación a su propia hijastra. Dios escribe torcido, pero en línea recta, todas las dictaduras del mundo han caído y el Canal el más grande robo que intentan dar, puede ser la tapa que se le pondrá a la actual dictadura, “cuando la tiranía se hace ley la rebelión es un derecho”, decía Simón Bolívar.

Leopoldo Villalta López

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