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Raúl Benoit

Youtubers: generación de la estupidez

Veraneando en la playa de los teclados de un computador, pasan sus días compartiendo tutoriales, hablando boberías o hasta haciendo el ridículo desde la habitación de sus casas.

Dicen que tener un blog en YouTube es una profesión. Quienes conforman esta nueva generación se les conoce como youtubers, blogstars o videobloggers.

Muchos de ellos ven en la Internet una mina de oro y es que las cifras son atractivas: por cada mil “impresiones” (las veces que la gente entra a la página) un bloguero se puede ganar hasta 5 o 10 dólares, según el país, el producto comercial que se publicite y qué tipo de celebridad se ha vuelto. Sin lugar a dudas, pudiese ser una buena fuente de ingresos. Hay youtubers con entradas diarias de 100 dólares y hasta de mil 500 dólares.

Sin embargo, todo pudiese ser un espejismo. Para entender el horizonte explico: vivimos en un mundo con más de siete mil millones de habitantes, de los cuales, según la Unión Internacional de Telecomunicaciones, un poco más de 2,730 millones de personas, aproximadamente el 39 por ciento, podría usar la Internet. ¿Cuántos quieren ser famosos?

Es importante advertirles a estos jóvenes que ambicionan la popularidad, el dinero y ser asediados por fanáticos y paparazzis, que la vida de una celebridad no es tan perfecta y con frecuencia es agobiante, solitaria y triste.

Recuerdo la fiebre que surgió a finales del siglo pasado y comienzos del XXI, cuando muchos jóvenes, atraídos por esa fama y fortuna, llenaron las escuelas de periodismo en varios países de Latinoamérica.

Las bonitas y los guapos tuvieron la suerte de llegar a ser modelos y hasta presentadores de televisión; algunas de ellas se convirtieron en reinas de belleza; otros lograron ser actores y actrices de telenovelas. En ciertos casos, las mujeres tuvieron que mostrar su sensualidad para lograr el éxito: exhibir piernas y escotes sugestivos con el fin de atraer a la audiencia. Los que tuvieron poca suerte, o fueron menos pretensiosos y ambiciosos, se conformaron con ser anónimos jefes de prensa en una oficina del Estado o en el departamento de relaciones públicas de una empresa privada, donde la única audiencia fue la junta directiva de viejos verdes.

Ahora es la Internet que se ha convertido en la plataforma del presente y del futuro y viendo el éxito de algunos jóvenes en las redes sociales, muchos otros quieren ser youtubers, una moda que se asemeja más a un virus contagioso que daña la mente y el espíritu. Es la adicción a la Internet. Es el mundo de la ociosidad y la pereza. En muchos casos, es donde se paga por la estupidez.

Navegué buscando estas “joyas” de la red virtual y lo que más hallé fueron disparates; vocabulario soez y ofensivo; groserías; jóvenes que anuncian su homosexualidad, porque salir del armario se ha convertido en una estrategia para ganar publicidad y popularidad. El más reciente youtubers que lo pregonó, Juan Pablo Jaramillo, superó el millón de suscriptores.

Ciertos youtubers se arriesgan de una manera feroz; son capaces de herirse el cuerpo, lastimar a otros, cometer delitos y quebrantar la ley y la moral, con el único propósito de que su público los premie con el pulgar arriba (Me gusta, Likes).

Su objetivo es alcanzar la popularidad y ganar el dinero que sueñan, cueste lo que cueste. Es un ejemplo triste de la descomposición social. Son la basura de la red virtual.

Muy pocos se proponen servir a la sociedad de una manera digna y grande, inteligente y valiosa. Los hay, pero, para hallarlos, hay que navegar hondamente en el océano virtual.

En mi búsqueda en español me topé con Patricia Caeli Santa Olalla, Caelike, una chica mexicana simpática aunque un poco inmadura e infantil para su edad. Igual le pasa a Mariand y su hermano Sergio Castrejón (Yuya y Fichis), que aunque respetan el castellano y entretienen sin morbosidad, no reflejan el mundo real. Igualmente vi a Yoseline Hoffman, una joven actriz que utiliza la marca JusStop, quien también realiza segmentos divertidos, entre otros el de la intensa novia bipolar, pero comete el error de dramatizar en exceso y usar léxico rudo.

La responsabilidad social de estos jóvenes es muy grande, porque, aunque no son líderes de opinión, sí pudiesen imponer malas conductas humanas y ciudadanas, por lo tanto, deberían reflejar un mejor comportamiento, digno, ético y que no cause más daño en este mundo de locos materialistas.

El autor es periodista colombiano.
Twitter: @RaulBenoit

Opinión Blogs Internet Youtube archivo

COMENTARIOS

  1. observador
    Hace 9 años

    Suerte la de los estupidos: ya no existe la inquisision.

  2. Juan
    Hace 9 años

    Aunque he renunciado a leer los periodicos especialmente de Nicaragua porque siempre repiten la misma historia banal de una vida banal de escandalos y aunque nunca me han gustado los criterios del señor Benoit esta vez lo quiero felicitar por este escrito sobre los youtubers porque es cierto lo que dice sobre los que se han vuelto adictos a las redes sociales y ya no piensan con el cerebro sino con un telefono y el escandalo y la banalidad es la orden del dia

  3. ramiro
    Hace 9 años

    Las rémoras nunca llegan a ser tiburón. Es cierto que ganan poco, pero lo malo es que se estancan en ese estatus de imitador, y se envejecerán siendo rémoras de los grandes.

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