Se dice que este año es preelectoral, porque en el próximo se realizarán elecciones nacionales.
Pero, ¿esas elecciones serán para elegir o solamente para votar? Conociendo la vocación de dictador perpetuo que tiene Daniel Ortega y viendo todo el poder institucional y fáctico que ha acumulado, ¿se podrá confiar en que esas elecciones serán libres y limpias y que el voto de los ciudadanos será respetado?
Los analistas políticos internacionales dicen que el nuevo populismo latinoamericano se caracteriza por haberse apropiado del concepto de la democracia. Y por utilizar el mecanismo de las elecciones para darse apariencia de legitimidad y respetabilidad democrática.
Generalmente a los regímenes populistas se les critica por el autoritarismo, por las restricciones a la libertad de información y de expresión, por el acoso político a la oposición, por el discurso internacional agresivo y el alineamiento con regímenes totalitarios. Pero se reconoce que los gobernantes populistas son elegidos por los ciudadanos y gobiernan de acuerdo con la voluntad de la mayoría.
Sin embargo ese no es el caso de Nicaragua. Desde la elección presidencial de 2006 que ganó Daniel Ortega gracias a la división de la oposición liberal, y a partir de que se adueñó del poder electoral y de todos los demás poderes e instituciones del Estado, en Nicaragua ya no hubo más elecciones libres y limpias. De manera que cabe preguntarse, si las elecciones anteriores fueron fraudulentas según lo pudo demostrar la oposición y fue corroborado por los observadores electorales internacionales, ¿en razón de qué se podría esperar que las elecciones del próximo año serán libres, justas y limpias?
En agosto de 1987, los gobernantes de los países de Centroamérica (entre ellos Daniel Ortega quien fungía como tal en Nicaragua y su gobierno había llevado el país a una sangrienta guerra civil), se comprometieron mediante los Acuerdos de Esquipulas 2 a realizar elecciones libres, justas y limpias, como medio para poner fin a las guerras y garantizar el desarrollo democrático y pacífico de la región. Gracias a ese compromiso que fue avalado por la comunidad internacional, Centroamérica dejó de ser zona de guerra y se convirtió en una región de paz.
Los Acuerdos de Esquipulas 2 no han sido revocados, siguen teniendo vigencia jurídica, política y moral. El compromiso de elecciones libres y limpias se respeta hasta ahora en Guatemala, El Salvador, Honduras y Costa Rica. Solo en Nicaragua no se cumple y sin embargo ningún país de los que suscribieron aquellos acuerdos para la paz y la democracia, ni los que los avalaron en representación de la comunidad internacional, le exigen al gobierno de Ortega que lo honre.
Pero no se puede ni se debe esperar que alguien venga desde afuera a exigir a Daniel Ortega que honre su palabra y firma. Esto tienen que lograrlo los mismos nicaragüenses, luchando con perseverancia y la fuerza necesaria para obligar al régimen orteguista a permitir la realización de elecciones libres y limpias.
De manera que el 2015 tiene que ser el año de la lucha por las garantías electorales que son necesarias para restablecer la democracia en Nicaragua.