Tras 10 días de una gira internacional que lo llevó a China, Rusia y países miembros de la OPEP, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, debe enfrentar a su retorno a Caracas la difícil disyuntiva de mantener el modelo socialista o imponer cambios fundamentales especialmente en materia económica para evitar que el país pueda colapsar y se desaten nuevas protestas de la población.
Desde el seno del chavismo ya algunas voces hablan de la necesidad de cambiar el modelo para garantizar la supervivencia del proceso, pero otras figuras se niegan a los cambios y solo hablan de revisión.
Las políticas de control estatal se vieron reforzadas por los controles de precios y de cambio que impuso el Gobierno a partir de 2003 y que se han endurecido en los últimos años.
El jueves, tras un encuentro con el presidente ruso Vladimir Putin, Maduro desestimó los cuestionamientos contra sus políticas económicas, y dijo, en una transmisión de la televisora estatal, que “hay una insurrección burguesa contra el modelo de inclusión” y un “golpe económico”.[/doap_box]
La caída de los precios del petróleo, el tema que Maduro discutió en sus viajes, ha complicado aún más el panorama económico en este país, que obtiene el 96 por ciento de sus divisas de la venta del crudo.
El precio del barril del petróleo venezolano perdió 3.25 dólares esta semana y cerró ayer en 39.19 dólares manteniendo así la caída. La curva de descenso del petróleo venezolano comenzó el 12 de septiembre, cuando el crudo caribeño se cotizó a 90.19.
En 2014, Venezuela entró en recesión, provocada en parte por una sequía de divisas que desde 2013 viene limitando las importaciones esenciales, y registró al cierre del tercer trimestre una caída de 2.3 por ciento. En noviembre alcanzó una inflación anualizada de 63.6 por ciento, la más alta de la región.
“El modelo socialista que creó el comandante (Hugo) Chávez no es un modelo dogmático, es un modelo que puede hacer ajustes, reestructuraciones”, manifestó a AP el vicepresidente de Desarrollo del Socialismo Territorial, Elías Jaua, al reconocer que el Gobierno está abierto a considerar cambios en el modelo.
Aunque no ofreció detalles sobre lo que implicarían los ajustes, planteó que los cambios nunca serán para “volver al libre mercado” y sostuvo que la idea es mantener un modelo que “le dé satisfacción a las necesidades del pueblo”.
El analista de Barclays Capital, Alejandro Grisanti, dijo a AP que son necesarios cambios en asuntos claves como la política de gasto público y el control de cambio para tratar de paliar la actual coyuntura, que se ha visto agravada por la caída del precios del crudo por debajo de los 50 dólares por barril.
Grisanti afirmó de no hacerse cambios fundamentales en materia económica podría llegarse a “una contracción de casi siete por ciento del producto y una inflación que superaría los tres dígitos con mayor impacto sobre la parte de alimentos (y) con un fuerte incremento de la pobreza, caída del poder adquisitivo de los venezolanos y un fuerte descontento que terminaría con protestas muy fuertes en las calles”.
“EMPLEADOS POR ENCARGO”
Venezuela sufre la escasez de casi un tercio de los bienes básicos como el azúcar, la leche, el jabón, entre otros. Esto y el desabastecimiento ha llevado a los venezolanos a formar largas filas para poder acceder a los productos de primera necesidad en cuanto llegan a los supermercados estatales y privados, que debido a algunos tumultos han tenido que ser resguardados por oficiales de seguridad.
En estas largas colas se ha innovado una nueva profesión, los “empleados por encargo”. Varios propietarios de restaurantes en Caracas aseguraron a AFP que tienen en su plantilla a un empleado contratado exclusivamente para hacer colas en supermercados y tiendas en busca de los productos necesarios para sus cartas.
Krisbell Villarroel, de 22 años, vive de hacer colas desde la madrugada para comprar productos que después vende a sus clientes, quienes le pagan además por el tiempo en la fila. La mujer cobra entre 600 y 1,200 bolívares por encargo al día (3.6 a 7.1 dólares a la tasa del mercado negro). Gana unos 13,200 bolívares mensuales (79 dólares) en ventas a sus clientes, más que el salario de algunos profesionales, aunque se le complica atender a sus dos niñas.
Hacer colas es arriesgado en este país con alta criminalidad y la segunda mayor tasa de homicidios del mundo, unos 58 al año por cada 100,000 habitantes, según la Organización Mundial de la Salud.
Para Villarroel, la actual situación “es culpa de los venezolanos. Hacemos 7 horas de cola en nuestro propio país y por qué, si tenemos el derecho a llegar a un automercado a comprar sin necesidad de estar matándonos unos a otros. ¿Si quiero 10 harinas de maíz por qué solo puedo llevar 4? Eso no debería ser así”, critica en alusión a los racionamientos impuestos en los comercios.
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